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Cuidar los humedales, que es donde la vida se reproduce

Los humedales no son áreas improductivas: ahí, invisible a la mirada del codicioso, se recrea lo que nos mantiene vivos. Fotos: Juliana Faggi.

Los humedales son “grandes aliados en la lucha contra el cambio climático” y alojan “casi la mitad de la biodiversidad del planeta”, mientras que en Argentina se estima que un 21,5% de su territorio está cubierto por ellos, señalaron especialistas a propósito del Día Mundial de los Humedales, que se acaba de conmemorar.

El río, las islas, los anegadizos son un patrimonio donde literalmente se recrea la vida. No hay poesía allí; está absolutamente comprobado, con método científico. No le llamamos humedales, tal vez; pero técnicamente son eso.

Dicho de otro modo, los humedales son zonas de tierra inundadas, ya sea de forma temporal o permanente; son ecosistemas en donde el agua es su elemento central y define sus características físicas, vegetales, animales, humanas y cómo estos se relacionan entre sí.

En ese sentido, la Convención Ramsar sobre los Humedales, un tratado internacional encargado de su conservación a nivel mundial, propuso que este año el lema para concientizar sobre la importancia de estas áreas sea “los humedales y el bienestar humano”.

Para Ana Di Pancracio, directora ejecutiva de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales, “los humedales son uno de los tantos ecosistemas que existen en el país, como los de montaña, pastizales, ecosistemas costeros-marinos, entre otros. Y existen a lo largo de todo el país. Se estima que un 21,5% del territorio nacional está cubierto por humedal”.

La especialista explicó que Argentina tiene una gran diversidad de humedales en seis grandes regiones como la Cuenca del Plata, Chaco, Pampas, Patagonia, Puna y la zona costera Patagónica, tanto en áreas urbanas como en periurbanas y rurales.

“Los humedales alojan al 40% de la biodiversidad mundial, casi la mitad de la biodiversidad del planeta y, entre sus funciones, además de alojar esta variedad de seres vivos, son grandes filtros saturadores y reservorios de agua dulce, que es un elemento central para la vida”, indicó.

Además, mitigan los impactos de las lluvias y almacenan carbono, más que los bosques y que ningún otro ecosistema, transformándolos en “grandes aliados en la lucha contra el cambio climático”.

Sin embargo, justamente una de las principales amenazas para estos ecosistemas es el cambio climático ya que, al hacer más severos sucesos naturales como lluvias y sequías, los tiempos de mayor o menor carga de agua se pueden ver acelerados y hacerse más graves.

Otro factor negativo es el uso productivo de estas áreas, ocasionando la destrucción de estos hábitats.

“La principal amenaza para los humedales es que se los empieza a drenar hasta que después se termina destinando el suelo a otro fin, poniendo en riesgo la función natural que cumplen estos ecosistemas”, añadió la especialista en biodiversidad.

Advertencia

La Convención Ramsar, suscripta en esa ciudad iraní en 1971, advirtió que “más del 80% de los humedales han desaparecido desde el siglo XVIII”, con una tendencia que “se está acelerando” ya que desde 1970 se perdieron el 35% de estas áreas a nivel mundial.

Y agregó que el 81% de las especies de humedales continentales, y el 36% de las especies costeras y marinas, disminuyeron en los últimos 50 años, poniendo en riesgo “el bienestar humano, los medios de vida y la salud del planeta”.

Por su parte, la Alianza por los Humedales Andinos, integrada por organizaciones ambientales de Bolivia, Chile y Argentina, advirtió que estos humedales “están en riesgo grave por los impactos de la crisis climática, los cambios en el uso del suelo, y los impactos negativos de actividades extractivas como la minería de litio y otros”.

Los humedales andinos (entre ellos salares, lagos y lagunas) son ecosistemas de alta importancia ambiental y social “muy frágiles por sus características”, que se encuentran ubicados predominantemente en la zona de la Puna en las provincias de La Rioja, Catamarca, Salta y Jujuy.

Daniel Blanco, director ejecutivo de la Fundación Humedales/Wetlands International, expresó a Télam que estos humedales se diferencian con otros ya que “es una matriz árida” con “un paisaje terrestre, desértico, donde los humedales están localizados en una pequeña parte del territorio” y tienen “un valor particular porque es donde está el agua”.

En esos sitios se junta la fauna, la biodiversidad, comunidades que necesitan agua, desarrollan actividades productivas, ganaderas y es donde se forrajean las vegas.

“Las vegas son un tipo de humedal altoandino que son como colchones de pasto que se generan en lugares donde aflora el agua y es ahí donde el ganado pasta”, agregó.

En particular, este tipo de humedales, que son como “oasis en un desierto”, se ven principalmente amenazados por actividades mineras, en especial la de litio, que en los últimos años tomó reconocimiento ya que “es una necesidad global para la transición energética y el abandono del uso de los combustibles fósiles”.

Blanco apuntó que la producción de litio “no es sustentable” en tanto “para extraerlo de los salares y salinas se utiliza un método de evaporación de agua en donde se extrae de la profundidad una salmuera de litio que se coloca en grandes piletas y se evapora”.

“En un ambiente semidesértico y en una situación de cambio climático con períodos de sequía, lo que se pierde es agua que se va a la atmósfera”, advirtió.

Como se ve, ambos especialistas coincidieron en que si desaparecen los humedales “queda desamparada toda la biodiversidad que aloja, que vive y se reproduce en ellos”, como así también las comunidades enteras que viven en estas áreas, arriesgando su subsistencia.

Se estima que los humedales protegen al 60% de la población mundial contra mareas de tempestad, huracanes y tsunamis, según datos difundidos por la convención, por lo que esperan, como cada 2 de febrero de cada año en el Día Mundial de los Humedales, “crear conciencia acerca de su importancia para la humanidad y el planeta”.

Conservarlos

En ese sentido, especialistas del Conicet desarrollaron un estudio en el que cuantificaron el carbono que capturan y almacenan las marismas de la Costa Atlántica de Sudamérica y demostraron la importancia de conservar estos humedales como medida de mitigación del cambio climático, según un artículo publicado en la revista especializada Nature Communications.

El trabajo divulgado en la prestigiosa publicación científica, especialistas del Conicet en el Laboratorio de Ecología del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC, CONICET-UNMdP) caracterizaron y cuantificaron, a través de “un exhaustivo trabajo de campo, el carbono azul -carbono secuestrado y almacenado en ecosistemas costeros vegetados- de las principales marismas de la Costa Atlántica de Sudamérica a lo largo de unos 3 mil kilómetros de costa”, detalló el organismo científico a través de un comunicado.

Las marismas son ambientes “intermareales vegetados” ubicados entre la tierra y la costa, fisonómicamente, suelen tener una apariencia semejante a la de los pastizales; se desarrollan en áreas reparadas, como lagunas costeras, bahías o estuarios, con grandes aportes de sedimento que contribuye a la formación de suelo.

Las especies de plantas que las componen son tolerantes a la salinidad y poseen un sistema de raíces imbricado que les da estabilidad y ayuda a entrapar las partículas de sedimento que llegan principalmente transportadas por las mareas, por sus particularidades, estos ecosistemas albergan una biodiversidad única.

En este sentido, el comunicado explicó que la costa de Argentina alberga casi 210 mil hectáreas de marismas, lo que corresponde a más del 95 por ciento de todas las marismas de la Costa Atlántica de Sudamérica.

“El estudio determinó que las marismas de Argentina capturan en promedio casi 48 toneladas de carbono por hectárea por año y almacenan en sus suelos más de cuatro millones de toneladas de carbono. Esto resalta la importancia de conservar estos ecosistemas como medida de mitigación al cambio climático”, señaló Paulina Martinetto, investigadora del Conicet y líder del proyecto.

“Bajo los escenarios presentes y futuros de cambio climático resulta indispensable cuantificar el rol de los ecosistemas naturales en capturar y almacenar dióxido de carbono atmosférico, principal gas de efecto invernadero”, agregó Martinetto.

En este contexto surge el concepto de carbono azul (blue carbon) que destaca el rol que cumplen los ecosistemas costeros vegetados (marismas, manglares y pastos marinos) como excelentes captadores y almacenadores de carbono.

Desde el surgimiento de este concepto en el 2009, muchos países, especialmente en el hemisferio norte, dedican grandes esfuerzos en medir el carbono azul con estimaciones globales sesgadas a dicho hemisferio con vacíos de información para el hemisferio sur.

“Este trabajo tiene el valor agregado de brindar información clave para las contribuciones determinadas a nivel nacional que deben considerarse al momento de realizar el inventario de gases de efecto invernadero de Argentina como parte de los compromisos asumidos dentro de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático. El inventario contempla tanto las emisiones como la captura de carbono dentro del territorio nacional”, remarcó la investigadora.

Según el artículo, además de las tasas de crecimiento de los suelos, el tamaño del grano del suelo y las especies de plantas dominantes, la presencia de cuevas de cangrejos es un factor determinante en la cantidad de carbono almacenado en los suelos de las marismas de la región.

Los cangrejos cavadores de la región tienen un rol preponderante en muchos procesos ecológicos claves que regulan el funcionamiento ecológico de estos ecosistemas, detalló el artículo desarrollado por el grupo de Ecología del IIMyC que lleva casi tres décadas estudiando estos procesos, mostrando la importancia de las interacciones biológicas.

Aportes

La investigación además actualizó las estimaciones globales recopilando la información disponible y sumando los datos generados en este estudio que presentaron valores más bajos de los que previamente se habían reportado. Esto sugiere que las bases de datos globales no solo estaban sesgadas a datos del hemisferio norte, sino que también a sitios con valores altos.

La voracidad humana es el mayor peligro que deben afrontar los humedales.

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