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Bares, pianos y oficios en el relato de un memorioso

Redacción29 octubre, 20236 Mins read688 Views

En la esquina de las actuales 25 de Mayo y Su Santidad Francisco, se encontraba el recordado Bar Atenas, del griego Talagañis.

El testimonio de personas de avanzada edad es fuente de primera mano para acercarse a lo que sucedió en la ciudad décadas atrás. Un paranaense custodio de la memoria social y barrial fue Carlos Vírgala. En esta nota -realizada a partir de material de un curso basado en la historia oral-, rescata el aporte de los griegos Talagañis y Talaselis, de “las señoritas Palermo” y otras familias.

Griselda De Paoli | Especial para EL DIARIO

Cada vez estoy más convencida que urge dejar registro de las voces memoriosas de protagonistas de la historia cotidiana que indefectible se perderán con el paso del tiempo. Actualmente, los recursos técnicos nos hacen un enorme aporte para ello, tanto para su registro como para su archivo y los espacios institucionales tienen la posibilidad de capitalizarlos a través de proyectos de extensión y de investigación que aporten a la formación de archivos orales.

Al respecto sostiene Hilda Agostino que “el no hacer, en el sentido antes señalado, significa un no compromiso con el hecho de contribuir a que el pasado que estamos construyendo pueda explicar el presente del futuro.”

Rescatar detalles de lo cotidiano, visto por distintas personas y relatado por ellas de manera diferente muchos años después, tras variadas experiencias, contribuye a completar y complementar el cuadro frío de los documentos. Los testimonios orales no producen datos fijados definitivamente en un momento del pasado, la referencia del relato es generalmente auto referencia, con marcaciones espaciales relacionadas con el entorno cercano del relator.

Aunque los recuerdos no son tratados por el historiador como reflejos más o menos exactos del pasado, si lo son como una representación del mismo desde la realidad presente y atravesada por las experiencias individuales o colectivas.

En tal sentido, resultan fundamentales las consideraciones de Halbwachs respecto a que “los objetos que nos rodean, los paisajes y las piedras de la ciudad sobrellevan los sellos del hombre y transmiten huellas del pasado. Tan pronto como un grupo encaja en una parte del espacio lo rehace a su propia imagen, pero al mismo tiempo se somete y adapta a elemento físicos que se le resisten”. La memoria relatada involucra “las imágenes que los hombres llevan dentro de sí, y que son incluso más fuertes que las piedras mismas…”.

ENTRES BARES Y PIANOS

El relato de quien fue inolvidable vecino de la ciudad, Carlos Vírgala, conocido coloquialmente por su apodo `Pocho´ -del cual compartimos fragmentos- fue registrado en 1996 en un curso de rescate de la memoria de Paraná. Su testimonio aproxima a la memoria local referenciando lugares, personajes y hechos que seguramente están aún en el recuerdo de muchos otros vecinos.

Decía en su testimonio: “Al lado de la Catedral había un bar que se llamaba Atenas y era de un griego. Era un lugar donde se reunían muchos intelectuales. Yo tuve la suerte de concurrir a ese bar que era muy frecuentado por Juan L. Ortíz, por Amaro Villanueva, por Marcelino Román y donde yo escuchaba muchísimas cosas. Yo tuve mucha suerte porque he podido frecuentar a toda esa gente, tengo amigos y los recuerdo. Alguna vez podríamos hablar de esos personajes. Talagañis y Talaselis fueron dos griegos que eran cuñados… yo creo que en Paraná una calle debería llamarse Talagañis y Talaselis porque ellos nos enseñaron a comer pizza. También como alguna calle de Paraná debería llamarse Alberto Wurst, porque él nos enseñó a tomar cerveza y a comer salchicha alemana. Nadie recuerda esos personajes que con su sola presencia o con su actividad hicieron un enorme aporte. ¿Por qué todas las calles tienen que llevar nombres de doctores, de generales o de coroneles y tantos personajes son ignorados?”

Y continuaba Vírgala: “Yo vivía muy cerca de la casa de las señoritas Palermo y escuchaba el piano que ellas enseñaban y los ponían a los muchachos para hacerle tocar alguna cosa al compás de “Para Elisa”, justo cuando yo dormía la siesta, y directamente no me dejaban dormir”.

Y más adelante, precisa: “Según tengo un recuerdo, era en calle Gardel, frente a la Plaza Alvear, de la Intendencia (N. de la R.: se refiere a la ex Intendencia de Ejército, predio que actualmente ocupa el Museo de Ciencias Naturales) hacia abajo, donde hay casas nuevas ahora, antes de llegar…. Ahí, en una casa vieja, es donde las señoritas daban sus lecciones de piano”.

Más adelante agregaba: “Hubo muchas personas que pasaron por allí y estudiaron diversas artes, piano, música, pintura, danzas. Enseñaban de todo. Hoy esto está superado y hay especialistas en música…”

OTROS OFICIOS

En la parte final de su charla, Vírgala se refería a otros aspectos de la vida de Paraná de entonces. “Me parece conveniente también, ya que estamos, ya que nos quedamos unos minutos más, referirme a algunos oficios de mi barrio, oficios ya perdidos y que por supuesto, cuando esta grabación se escuche nadie va a saber. Por ejemplo, a la vuelta de mi casa había un hojalatero, don Cornes – hojalatero, ¡qué palabra! ¿No? – que cuando se rompía una olla o una pava se decía: `llevala a don Cornes para que la suelde´. Entonces, él la soldaba y la reconstituía. Esto es interesante recordar porque hoy, cuando alguna de esas pavas se cacha o se rompe, se compra otra, simplemente, ¿qué va a andar arreglando?”.

También recordaba que “a la otra vuelta de mi casa, sobre calle Córdoba, había un sastre, sastre a medida, por supuesto, que hacía los trajes con tela que venía de Inglaterra. Don Sarú, cuyos hijos andan por ahí todavía. Don Sarú, además de ser un sastre excelente, tenía una voz de bajo y en los cementerios judíos siempre cantaba con esa voz de bajo impresionante y yo iba expresamente para escucharlo. Otra familia, los Martínez estaban en la esquina y hacían sedería fina, hacían lencería. Ellos me han contado que mi padre, desde su negocio les mandaba las sábanas, entonces ellos hacían las iniciales de los nombres. Esas cosas ya nos las pide ni las hace nadie.”

Hay un vínculo vivo entre las generaciones y, el pasado experimentado se remonta a través de los padres y abuelos, más allá de nuestra infancia y, en efecto, más allá de los matices de la experiencia individual. La memoria colectiva siguiendo a Halbwachs, tiene continuidad y permite a los grupos sociales “tomar conciencia de la identidad a través del tiempo”.

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