sábado , 4 mayo 2024
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Honeyland: trascender habitando lares de barro y miel

Acercamiento a una historia de vida y crecimiento en edad adulta donde la convivencia con lo distinto abre la repregunta, reafirmaciones revalidadas y nuevas apuestas en un escenario en que cohabitan lo cálido y lo hostil. Un paisaje soñado para el turismo agreste resulta un maestro implacable de austeridad, resiliencia y sintonía con el mundo.

Victoria Elizalde / [email protected]

Tamara Kotevska y Ljubomir Stefanov dirigen y producen una película en tierra que sabe a miel y barro. Se trata de un documental de raíces macedónicas llamado Honeyland, el cual habla de una historia de vida muy conmovedora que enfrenta la resistencia entre modos de consumo y subsistencia sustentables y devastadores. Pero no sólo eso sino que también documenta de modo tan áspero como emotivo cómo se pueden construir las infancias, la adultez y la vejez en esa tirantez.

El título suena casi romántico pero hay un fuerte contraste con las condiciones de vida. No obstante, sí hay algo más amoroso entre la criadora de abejas que se abre al encuentro y todo el entorno que habita, colonia y colmena incluidas.    

Historia genuina

En un recóndito y pequeño pueblo europeo abandonado habita Hatidze Muratova, una mujer en sus cincuenta conocida como la última recolectora artesanal de miel en el continente. El pueblo de Bekirlija tiene sólo dos habitantes: ella y su madre Nazife Muratova, mujer que en sus noventa ya gastados, vive de los cuidados de Hatidze. Si bien ya ni siquiera desea salir de la humilde vivienda en que pasa los días, sí pone voluntad y calidez en el trato siempre que su hija la asea, la cura, la alimenta o simplemente pasa el rato. 

una historia de vida muy conmovedora que enfrenta la resistencia entre modos de consumo y subsistencia sustentables y devastadores

Hatidze convive también con sus perros y gatos que habitan en libertad y acompañan sus días, igual que las abejas. Ella aprendió de su familia el oficio que la sostiene, a tratar con respeto y amor a la naturaleza que le permite subsistir y tiene un peculiar y muy personal método apícola digno de observar. En su quehacer, a diario camina distancias inmensas, riscos y terrenos pedregosos y escarpados de montaña para recolectar en temporada y vender su miel en la ciudad más cercana, situada a varias horas de caminata. Sólo recolecta lo necesario para que ella y su madre vivan en paz y las abejas también. 

Pero esa soledad en sintonía con la naturaleza pronto se ve trastocada por las costumbres de una familia nómade que llega y se instala junto a su terreno. Nuevas maneras de compartir surgen, aunque también nuevas tensiones ligadas al cuidado de la vida y el ambiente, que ya es parte de su modo de entenderse en el mundo. Hatidze pronto se encuentra con facetas suyas postergadas y anheladas y cae en cuenta de costumbres incrustadas e invisibilizadas que tienen un costo. Disfruta las pequeñas cosas, aprecia y sostiene cada producto de su esfuerzo y comparte su saber, pero también se enfrenta a la traición, el dolor y la decepción teniendo que ingeniárselas para salir adelante.

La estética y sus acertadas decisiones

El documental es de corte social pero se sostiene en un montaje, que no hace uso de la entrevista para retratar a sus personajes o atizar el avance de la trama. Su modo de narrar es ameno, tranquilo, fluido y variado, con grandes paisajes atravesados minúsculamente por el trayecto de la cuidadora de abejas con el fin de ganarse la vida protegiendo lo que la misma naturaleza le brinda. Así también se cuidan los planos más íntimos que detallan y resaltan el encuentro con lo que ella ama y granjean empatía, justamente por no perder su espontaneidad. 

El rodaje goza de un diseño de fotografía tan desafiante como placentero en su resultado, porque el lugar donde vive Hatidze son las ruinas de un pequeño pueblo abandonado que no recibe corriente eléctrica. Ello forzó a realizar las tomas sin luz artificial, sólo lo que el fuego y la creatividad técnica (ambos en sus variadas formas) permiten y proveen.   

La película, rodada en tres años y editada en uno, se constituye en un noventa y cinco por ciento por imágenes documentales no ficcionadas. El margen de dramatización se dejó para recuperar la llegada y el asentamiento de los vecinos que cambiarían el curso de los acontecimientos, pero el modo de relación de la familia entre sí y con la protagonista ya se había establecido sin participación de los realizadores. Todo lo demás, hasta lo más sorprendente, se constituye en tomas de registro directo. 

No dejar pasar

La experiencia del documental se puede acompañar muy acertadamente del registro de entrevistas a modo de “detrás de cámaras” o “memorias de rodaje”, que se encuentra en Youtube bajo el nombre de Finding the star of Honeyland, Descubriendo estrella de Honeyland. El único limitante es el subtitulado disponible sólo en Inglés hasta el momento.

Indistintamente de ese extra, la película es una buena propuesta para encontrarse con otras maneras de habitar y atesorar la vida documentada en cine, deleitar el gusto estético y también hallar algunos paralelos con las relaciones sociales más habituales de este lado del mundo. Un indicio vital y colaborativo que insta a, incluso en terreno escarpado, hacerse camino.  

FICHA TÉCNICA

Título: Honeyland

Género: Documental, Rural, Drama

Dirección: Tamara Kotevska, Ljubomir Stefanov

Año: 2019

País: Macedonia 

Duración: 85 minutos

Disponible en: Prime Video – Filmin

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