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Una obra que contradice los caprichos del editor

Luego de su muerte fue valorada la obra de John Kennedy Toole.

La conjura de los necios es un libro de lectura deliciosa y escritura cáustica. Es una obra tan simpática como agresiva; graciosa e interpelante. Podría decirse que es una novela disfrutablemente genial. Pero lo es más si se conocen detalles de las peripecias que enfrentó el autor, sin éxito, para publicarla.

Gustavo Labriola

Especial para EL DIARIO

Es conocido que publicar un libro no es un proyecto sencillo de realizar. De hecho, hubo muchos escritores que obtuvieron reconocimiento luego de haber tenido enormes dificultades para publicar.

Así, entre otros, James Joyce (1882-1941) interesó infructuosamente a cuarenta editoriales para publicar Dublineses, y otro tanto ocurrió con Ulyses. Por su parte, Marcel Proust (1871-1922) deambuló por editores indiferentes con el manuscrito de En busca del tiempo perdido. Le pasó lo mismo a George Orwell (1903-1950) y su Rebelión en la granja. Así mismo, es conocido el desinterés de reputados editores por Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez (1927-2014). Y más próximo en el tiempo los rechazos que sumó J. K. Rowling (Reino Unido, 1965) al intentar publicar su Harry Potter.

Sin embargo, en todos esos casos, la insistencia logró que finalmente se conocieran los textos y sus autores. Y, en mayor o menor medida, tuvieron en vida, la repercusión y relevancia que los libros merecían.

No obstante, hubo rechazos que derivaron en consecuencias menos satisfactorias. Nos vamos a enfocar en uno de ellos.

John Kennedy Toole (1937- 1969) nació en Nueva Orleans; fue un excelente estudiante y se graduó como profesor, actividad que desarrolló durante gran parte de su vida.

En 1961 tenía terminado un manuscrito sobre un peculiar personaje: Ignatius J. Reilly, un joven algo excedido de peso, hijo único, poco afecto al trabajo y a los compromisos, preocupado solo por comer. Su imagen es deprimente, ordinaria y vagamente desagradable. Se mantiene generalmente sucio, con restos de comida grasosa en su rostro. Su indumentaria invariable es una gorra de cazador, una camisa de franela y pantalones de tweed. Luce así tanto en invierno como en verano. Es un personaje ligeramente repulsivo.

Ficción y realidad

Pero a la vez, Ignatius -tal vez, en parte, un alter ego del autor- es tierno, gracioso y protegido de su madre. Cultor del mal gusto y los modales inadecuados, es un inadaptado social; vuelca en cientos de cuadernos su resistencia frente a un capitalismo que abomina. Un joven de treinta años que teme perder el confort del ámbito donde reside. Detesta a los “necios”, esos otros tan desplazados y marginados como él. Ignatius es un personaje que ha salido una sola vez de su ciudad y le teme a lo desconocido.

Su madre, Irene, pertenece al grupo social de personas que buscan aparentar tanto lo que no son como lo que no tienen. Pertenecen a una clase media que guarda formas de convivencia mientras en soledad repudia esas mismas conductas. En ese mismo sentido, goza de emborracharse en privado y falsear en público.

El relato de las picardías y excentricidades de Ignatius y la relación conflictiva y en parte intolerante que mantiene con su madre es el centro de la novela de Toole, llamada La conjura de los necios. Convencido de su calidad, el autor llevó el manuscrito a la editorial Simon and Schuster.

Toole tomó el nombre de obra de una cita de un libro de Jonathan Swift, un escritor inglés del siglo XVII, autor de Los viajes de Gulliver. La cita aludida era la siguiente. “Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificársele por este signo: todos los necios se conjuran contra él”. Utilizando la sátira, Swift fustigó a la sociedad en la que vivía y polemizó sobre la condición humana.

“La conjura de los necios, le sirvió a Toole para hacer una feroz crítica a la sociedad norteamericana contemporánea, con su rutina pueblerina intolerable y su comportamiento claramente hipócrita”.

Por su parte, La conjura de los necios, le sirvió a Toole para hacer una feroz crítica a la sociedad norteamericana contemporánea, con su rutina pueblerina intolerable, su comportamiento claramente hipócrita, su capitalismo inmisericorde, todo bajo una pátina de humor mordaz, directo y en parte, escatológico.

El editor rechazó el manuscrito de manera rotunda, y lo conminó a corregirlo. Frustrado, Toole volvió a su casa y guardó el original de la novela en una caja de zapatos, debajo de su cama. Su madre, varios años después encontró los papeles y peregrinó ante editoriales, para que finalmente en 1980, la Universidad de Louisiana la publicara y ello implicara que el autor, de manera póstuma, obtuviera el famosísimo Premio Pulitzer.

Previamente, la madre de Toole se había contactado con el escritor Walker Percy (1916-1990), quien se interesó por la novela. Con ese impulso, Thelma Toole pudo conseguir que dos capítulos del libro aparecieran publicados en la New Orleans Review, en 1978. Corresponde agregar que luego del merecido éxito del libro, se lo publicó en varios idiomas.

Derrotero

Once años antes, en las afueras de la ciudad de Biloxi, a los 31 años, a la sombra de unos pinos, John Kennedy Toole apareció muerto en el interior de un viejo Chevrolet Chevelle. No había conseguido encontrar un sentido a su vida.

Cuando ya había fallecido la madre de Toole, los representantes de los derechos de su hijo, impulsados por el éxito del libro, interesaron a los editores con otro manuscrito que a los dieciséis años John había desarrollado: La Biblia de Neón, una aguda sátira sobre el fanatismo religioso que anida en el sur de los Estados Unidos. La historia se sostiene en un adolescente, llamado David, y en la relación con su tía Mae.

Un escritor de Virginia, Cory MacLauchlin escribió una biografía sobre John Kennedy Toole, que tituló Una mariposa en la máquina de escribir. Abarca la corta vida del autor y la relación con su familia, fundamentalmente con su posesiva madre. Para ello se contactó con los amigos de Toole para poder entender sus ideas. En ese sentido, consideró de interés la correspondencia que mantuvo con Robert Gottlieb, aquel editor que sistemáticamente había rechazado la posibilidad de publicar el manuscrito de La conjura de los necios.

John Kennedy Toole ha quedado en la historia de la literatura norteamericana como un genio, lamentablemente frustrado, que dejó dos notables novelas, que podrían haber sido el promisorio preludio de otras creaciones valiosas.

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