viernes , 26 abril 2024
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Ciencia argentina que enorgullece al litoral

Federico Ariel, doctor en Ciencias Biológicas.

El futuro de la biotecnología, las políticas científicas, y su relación con Paraná fueron algunos de los temas abordados por el doctor en Ciencias Biológicas Federico Ariel, recientemente distinguido con el premio bienal de la UNESCO en asociación con la Fundación Al- Fozan.

Mónica Borgogno

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La primera edición del premio bienal, establecido por la Unesco en 2021, en asociación con la Fundación Al-Fozan de Arabia Saudita, trajo una grata sorpresa. Entre sus distinguidos se encuentra un científico argentino, de fuertes lazos con Entre Ríos: Federico Ariel, doctor en Ciencias Biológicas. Su escolaridad la transitó entre CABA y Paraná, ciudad que aparece recurrentemente en sus referencias.

Hoy Ariel es uno de los tantos científicos repatriados que se desempeña en el Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (CONICET/UNL) y uno de los fundadores de la compañía Apolo Biotech.

El premio en cuestión, otorgado entre 2.500 postulantes, fue por su trabajo de investigación en el que profundiza sobre el papel que desempeña el ARN largo no codificante en las plantas. Se trata de un trabajo que viene desarrollando desde hace muchos años en nuestro país, con un intervalo en Francia, donde se encontraba al momento de la entrevista.  

EL DIARIO le propuso algunos interrogantes que fue respondiendo entre las múltiples reuniones y trabajo acumulado que tenía por estos días.

“El premio llega en un momento propicio para hacer un balance y valorar el camino recorrido. Es un trabajo colectivo que encadena mis diferentes y sucesivos grupos de investigación que dieron como fruto un montón de resultados, tanto científicos como tecnológicos”, prologó Ariel.

El intercambio de preguntas y respuestas apuntó a hablar de sus intereses como investigador, pero, sobre todo, sobre ciencia y el futuro, de políticas para el sector y los nuevos desafíos para la biotecnología y la producción agrícola.

Más visibilidad.

–¿Cómo explicar de qué se trata el desarrollo que haces, por el cual te premian?

–En nuestro laboratorio hace varios años que trabajamos en la biología y bioquímica del ARN en plantas. Esta molécula tomó mucha preponderancia durante la pandemia, por el desarrollo de las primeras vacunas a base de ARN mensajero. Lo interesante es que el ARN (no el mensajero, sino algo que se conoce como ARN de interferencia) puede ser utilizado en cultivos. Y a diferencia de los humanos, que necesitamos que nos inyecten una vacuna, las plantas son capaces de absorber el ARN y lo podemos aplicar como spray.

Entonces lo que hacemos, es diseñar qué información proveer a los cultivos en forma de ARN, mostrándole un segmento del genoma de un patógeno, y así la planta puede generar moléculas de defensa y bloquear la infección.

Es decir, conociendo la información genética del cultivo, el patógeno, y muchos otros actores del ecosistema (incluido el ser humano), podemos reemplazar pesticidas sintéticos por información para que la planta pueda defenderse.

“Resulta imperioso comprender cómo las plantas se desarrollan y responden al ambiente, para poder diseñar nuevas estrategias de agricultura sustentable”.

–¿Qué impacto tiene la distinción internacional sobre tu investigación y la posibilidad de nuevos emprendimientos biotecnológicos?

–El objetivo del Premio de UNESCO-Al-Fozan consiste en visibilizar el trabajo de jóvenes investigadores e investigadoras de todo el mundo, potenciar sus carreras y promover la vocación científica de las nuevas generaciones. En ese sentido, que más jóvenes quieran sumarse desde diferentes perspectivas al campo de la biotecnología, sería una excelente noticia.

El momento de obtener un premio, en general, siempre ayuda a establecer un lazo con la sociedad y tomarnos el tiempo de contar qué es lo que hacemos en nuestros laboratorios científicos y cómo eso puede impactar a corto, mediano o largo plazo en la vida de las personas. En ese sentido, es importante destacar que no sólo la ciencia aplicada o la tecnología tienen impacto real en nuestra vida cotidiana. La generación de conocimiento y la ciencia básica son fundamentales, porque es imposible cuidar algo que desconocemos. En el caso de la biología vegetal, resulta imperioso comprender cómo las plantas se desarrollan y responden al ambiente, para poder diseñar nuevas estrategias de agricultura sustentable.

Expectativas.

–¿Por qué se habla de la bio y nanotecnología en la Argentina como campos promisorios?

–El nuestro es un país con una sólida tradición en bioquímica y más recientemente en biología molecular. La biología molecular es la base de la biotecnología moderna. Sin ir más lejos, el ARN ocupa un lugar central en la biotecnología del siglo XXI. En este contexto, nuestro país tiene un gran potencial en este campo científico tecnológico, y existen crecientes iniciativas para transformar ciencia en tecnología, como la Ley de Promoción de la Bio y Nanotecnología, así como una serie de herramientas de financiamiento del Ministerio de Ciencia y la Agencia I+D+i.

Esta norma es muy reciente, tiene poco tiempo de reglamentada, pero es muy significativa porque estimula la vinculación entre el sector productivo y el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, incentivando la inversión del sector privado en investigación y la transferencia tecnológica para agregar valor a la cadena productiva.

“Tenemos la posibilidad de posicionarnos como uno de los primeros países en desarrollar tecnología de ARN para cultivos, lo cual va a impactar en el paradigma de producción de alimentos en el mundo”.

Plantas inteligentes.

Apolo Biotecnología (https://apolobiotech.com.ar/) es el nombre de la empresa de base tecnológica que gestiona Ariel. Ya al ingresar a la plataforma, una oración resume la temática que desvela al investigador. “Hacer que las plantas sean más inteligentes utilizando tecnologías basadas en ARN”, esa es la misión.

–¿Se abren nuevos desafíos para tu compañía?

–A partir de un proyecto financiado por el Programa de Ciencia y Tecnología contra el Hambre de los ministerios de Ciencia, Tecnología e Innovación, de Desarrollo Social de la Nación y del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, fuimos capaces de transformar nuestros conocimientos científicos en tecnología del ARN para la protección de cultivos.

A partir de esos resultados, decidimos montar una empresa de base tecnológica, o startup, avalada por las instituciones científicas relacionadas, a la que llamamos Apolo Biotech. Desde esta empresa podemos relacionarnos más fluidamente con el sector productivo y abordar los próximos desafíos, que consisten principalmente en la regulación de los productos basados en ARN para el agro (lo cual es una novedad para los organismos de control), y en el escalado de la producción para poder abastecer al mercado cuando llegue el momento.

Precisamente, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria ha abierto una consulta pública sobre la regulación de productos biológicos, lo cual implica una gran oportunidad para actualizar el estado de tecnologías emergentes, y promover aquellas que son más respetuosas del ambiente y de la salud humana. Tenemos la posibilidad de posicionarnos regional y globalmente como uno de los primeros países en desarrollar tecnología de ARN para cultivos, lo cual va a impactar en el paradigma de producción de alimentos en el mundo.

De políticas y continuidades.

–Tras el premio, en el diálogo con el presidente Alberto Fernández, ¿pudiste compartir algunas de tus inquietudes sobre las políticas científicas?

–En la reunión con el presidente y los ministros, hubo un denominador común junto con las dos científicas que estuvieron presentes: la necesidad de continuar, sostener y reforzar las políticas científicas a través de los sucesivos gobiernos. Ya no puede ser aceptable que desaparezca nuevamente el Ministerio de Ciencia o se pospongan desarrollos nacionales por comprar tecnología a otros países.

En Argentina, contamos con capacidad y conocimiento para impulsar tecnología para nosotros y para el mundo. Para eso nos hace falta respaldo, continuidad y consenso respecto a grandes proyectos nacionales, a la vez que sigamos sosteniendo la ciencia básica.

Por otra parte, resulta indispensable que los próximos gobiernos respeten la Ley de Financiamiento de Ciencia y Tecnología, recientemente aprobada. 

–A partir de tu experiencia, ¿qué mirada tenés sobre las políticas científicas?

–Desde hace varios años participo en el Consejo Asesor del Programa de Repatriación de Científicxs Raíces. Como científico repatriado, fui acercando observaciones basadas en el camino que recorrí. Entonces, desde el MinCYT me invitaron a formar parte del Consejo y pudimos articular nuestras ideas con el Ministerio y la Agencia para concretar cambios que puedan mejorar las herramientas existentes.

Asimismo, formo parte del Directorio de la Empresa Y-tec, del CONICET e YPF (en representación del CONICET), desde donde participo de la creación del Centro de Innovación en Agricultura Sustentable, un proyecto revolucionario para el Agro, que está en construcción en la Provincia de Buenos Aires, y se planifica inaugurar en 2024. Ese centro va a ser un faro de la biología molecular y la agrobiotecnología en América Latina. Nos proponemos no sólo desarrollar tecnología de vanguardia con una perspectiva ambiental, sino también articular los desarrollos científicos de los laboratorios públicos de todo el país en la aplicación de tecnologías para la agricultura sustentable.

Por último, también soy parte del Consejo de la Fundación Argentina de Nanotecnología, referente en un campo en el que nuestro país se destaca, y que demuestra un potencial tecnológico único.

En todos esos espacios en los que fui convocado tuve la oportunidad de acercar propuestas, trabajar en equipo y participar de políticas públicas que promuevan el desarrollo científico y tecnológico. Sin dudas todavía quedan problemas estructurales a resolver y deudas pendientes. Está claro que no bajaremos los brazos y seguiremos aportando para el crecimiento de nuestro país.

En sus investigaciones, Ariel se enfoca en la biología y bioquímica del ARN en plantas, para aplicarlo a cultivos.

Made in Entre Ríos.

Si bien Federico Ariel nació en CABA, sus padres son oriundos de Paraná. Hasta aquí se mudaron en 1994 cuando Ariel tenía 11 años. “Hice el último año de la primaria en la Escuela Sarmiento y luego mi secundaria en el ex Colegio Nacional. Tuve un hermoso grupo de compañeros y compañeras, con quienes sigo en contacto. Conservo un recuerdo muy bueno de muchos docentes. Seguramente, quienes marcaron mi interés por la biología fueron mi maestra de sexto grado en CABA, Silvia Galán, la primera persona que me habló del ADN, y luego la profesora Castro, de Biología, en la secundaria. La ciencia también tiene mucho de cómo uno puede contar los descubrimientos, comunicar lo que hacemos. En ese sentido, reconozco en mí la marca entrañable de mi profesora del Taller de Literatura, María Elena Lothringer, quien me contagió el placer de la lectura y me enseñó a expresarme, a ordenar ideas y ponerlas en palabras”, recordó.

Fue en ese momento que Ariel hizo una mención especial. “De todos modos, mi primer acercamiento a las plantas nació con mi abuela Bechy, quien justamente falleció el mes pasado en Paraná”, confió, antes de añadir que “ese interés fue uno de los tesoros de la vida compartidos entre ella y yo; en ese sentido, por fuera del valor académico y profesional, a este premio obtenido lo siento como una forma de recodarla y agradecerle”.

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