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La trama de la guerra,un tablero de ajedrez

Fischer y Spassky, en un enfrentamiento que hizo historia.

El enfrentamiento entre Bobby Fischer y Boris Spassky en el Campeonato Mundial de Ajedrez de 1972 fue un hito en la historia, no solo de la disciplina, sino también de la geopolítica internacional del siglo XX. Más allá de las jugadas en el tablero, este duelo simbolizó la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría. La victoria de Fischer, su impacto cultural y legado perduran hasta el día de hoy, dejando una huella imborrable en el mundo del ajedrez y en la historia en general.

Alejo Román Paris

Especial para EL DIARIO

“Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonía?”, reza Jorge Luis Borges en su poema titulado Ajedrez.

1972. Reikiavik, Islandia. La lírica borgeana que propone la sospecha de que siempre hay alguien más que teje la trama del destino, incluso la divina, se hizo carne cuando el contexto internacional de la Guerra Fría proyectó su sombra (o quizás tejió su trama) sobre el tablero del Campeonato Mundial de Ajedrez.

El estadounidense Bobby Fischer y el soviético Boris Spassky se enfrentaron en un épico episodio que quedaría para la posteridad. Se trató de uno de los momentos más destacados en la historia de esta disciplina. Como ocurrió durante diferentes capítulos de la Guerra Fría, como la carrera espacial o los Juegos Olímpicos, este duelo fue un enfrentamiento simbólico entre las dos potencias que pugnaban por hacer prevalecer su modelo político y económico por encima del enemigo. De manera que la contienda no solo tuvo un efecto en la disciplina, sino que su impacto resonó de manera global en dicho contexto internacional.

Escenarios

Por entonces, Bobby Fischer representaba el arquetipo de la joven promesa del ajedrez estadounidense. Mientras que, del otro lado, el soviético Boris Spassky era el campeón mundial. Por lo que el enfrentamiento, además de poner cara a cara a dos maestros ajedrecistas que se disputaban el campeonato mundial, proyectaba la sombra del conflicto bélico de la Guerra Fría.

La contienda, que fue denominada así por los enfrentamientos indirectos entre ambas potencias, tenía en este caso un enfrentamiento cara a cara. El ajedrez, considerado un deporte intelectual, se convirtió en una arena de competencia ideológica.

La presión política y mediática sobre los jugadores fue intensa, con ambos países deseando demostrar su superioridad. Ambas potencias buscarían, mediante sus respectivos exponentes ajedrecistas, tejer la trama de un jaque mate que pudiera proyectarse fuera del tablero. Dentro del mismo, los discursos y las narrativas a la hora de anunciar la contienda también eran en sí mismo una arena de disputas de poder: Spassky, el campeón; Fischer, el retador. O Spassky, un estatus quo arcaico; Fischer, el progreso y el futuro.

Por todo esto, el evento capturó la atención del mundo entero. Fischer, conocido por su enfoque obsesivo y su dedicación al juego, se preparó intensamente para el enfrentamiento, estudiando partidas anteriores de Spassky y perfeccionando su estrategia. Spassky, por su parte, era un jugador experimentado y talentoso, considerado uno de los mejores ajedrecistas de la época.

El duelo

Durante el enfrentamiento, Fischer comenzó con mal pie. No solo respecto a lo que pasaba dentro del tablero, sino también respecto de disconformidades con la organización del torneo. Sin embargo, después de no presentarse en la segunda partida, obtendría el triunfo en la tercera. El efecto psicológico del primer triunfo sobre el campeón reinante influiría positivamente en Fischer, augurándole un desarrollo en los siguientes duelos.

Su estilo agresivo y su habilidad táctica le permitieron ganar varias partidas clave, lo que lo llevó a obtener una ventaja significativa sobre Spassky. Finalmente, el resultado, tras 21 partidas, sería 7 victorias para Fischer, 3 para Spassky (una de ellas por efecto de la no presentación de su rival, en la segunda partida) y 11 tablas. De esa manera, Robert Bobby Fischer se convirtió en el primer estadounidense (y hasta ahora el único) en consagrarse campeón mundial de ajedrez.

Esta victoria de Fischer tuvo un efecto tan cierto como duradero, en el mundo del ajedrez y del contexto geopolítico de la época. Su triunfo fue celebrado en Estados Unidos como un logro histórico, y Fischer se convirtió en un héroe nacional. Al menos, durante un tiempo. Además, su estilo de juego agresivo y su enfoque obsesivo inspiraron a una nueva generación de jugadores de ajedrez. Por otro lado, la derrota de Spassky significó una interrupción del dominio soviético imperante en el ajedrez mundial.



La revancha

Después de coronarse campeón mundial, Fischer se retiró de la escena del ajedrez durante casi dos décadas. El motivo original tuvo que ver con una polémica respecto de una inconformidad reglamentaria, en el marco del Campeonato Mundial de 1975, donde debía defender el titulo ante el soviético Anátoli Karpov. Inconforme con la modalidad del torneo, Fischer se negó a defender el título. Entonces, la organización tomó la decisión de desposeerlo del mismo. Ese evento marcaría el inicio de su retiro, hasta 1992.

Al cumplirse 20 años de la épica contienda contra Boris Spassky, Fischer promulgó la organización de una revancha. Aunque Fischer esgrimió el argumento de que, al no haber sido derrotado en el tablero desde 1972, él seguía siendo el campeón, y aunque los medios de comunicación acompañaron de buena manera el anuncio, la revancha no recibió la aprobación de la Federación Internacional. Durante el enfrentamiento, Bobby Fischer ratificó su victoria de 20 años en el pasado ante el mismo rival de entonces. Aunque el evento generó gran expectativa, con la caída del muro de Berlín cayó también el impacto geopolítico fuera del tablero que había tenido la contienda de 1972.

Éxtasis y agonía

La consagración de Fischer en el mundial (que de alguna manera también significó el inicio de su retiro) no solo tendría un efecto en el plano concreto, sino también en el simbólico.

De alguna manera, como quien trama el destino en el poema borgeano, Fischer quedó atado a su tierra prometida. Después de una secuencia de declaraciones políticas controvertidas, fue detenido en Japón por utilizar documentación revocada por el gobierno de su país.

Pasaron 8 meses mientras se definía su extradición, hasta que Islandia le concedió la ciudadanía y destrabó su situación legal. La gestión del país escandinavo fue interpretada como un gesto de gratitud respecto de la popularidad que ganó Reikiavik, su ciudad capital, con aquel campeonato mundial de 1972.

Aunque Estados Unidos no vio esto con buenos ojos y sus reclamos de extradición continuaron, Fischer nunca más volvió. A causa de una afección renal, el 17 de enero de 2008, Bobby Fischer encontró su ocaso en la misma ciudad donde había encontrado esplendor y donde su vida pareció detenerse para siempre.  

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