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Ciro Mansilla: “La danza es el lugar al que pertenezco”

Su excelencia y la capacidad para interpretar los roles lo consagraron en el mundo y actualmente es solista del Ballet de Stuttgart, en Alemania.
A los 11 años comenzó danza, tratando de aprovechar sus energías. El ballet lo cautivó y dos años después ya había saltado a los escenarios de Buenos Aires, donde se radicó para formarse en su adolescencia. Su excelencia y la capacidad para interpretar los roles lo consagraron en el mundo y actualmente es solista del Ballet de Stuttgart, en Alemania.

Ciro Mansilla es bailarín. Nació en Paraná, vivió en Barrio El Sol, donde creció escuchando rock. Se reconoce ferviente admirador del Indio Solari y asegura que le siguen gustando los videojuegos, el manga del anime japonés y el comic americano, que compartía con sus amigos en las convenciones que se hacían en la capital provincial. Este joven de 29 años, se radicó en Buenos Aires a los trece para formarse. Aseguró que tuvo momentos de mucha soledad en su adolescencia, pero los llenó con ballet, música y libros. Dueño de un porte de excelencia, una calidad artística y técnica exquisita, que denotan horas de trabajo que lo llevaron a prestigiosas compañías de ballet del país y del exterior. Integró el Ballet Metropolitano de Buenos Aires, el Ballet Nacional de Uruguay Sodre, bajo la dirección de Julio Bocca, donde bailó hasta 2018 para luego sumarse al Ballet de Stuttgart, en Alemania, donde actualmente se desempeña como solista. Ciro estuvo en Paraná con motivo de una gala benéfica en el mes de agosto pasado. Bailó y enamoró al público con su plasticidad, la perfección de sus pasos, la capacidad y su sensibilidad para transmitir emociones. Antes de partir a Alemania, con campera negra de cuero, como líder de una de sus bandas de metal favoritas, se presentó en la Redacción de EL DIARIO para la entrevista con BIEN! Durante el diálogo dijo: “Desde el primer día supe que quiero bailar toda la vida”.

Ciro en la redacción de El Diario durante la entrevista con revista Bien! de Entre Ríos. Fotos: Juliana Faggi

—¿Cómo comienza tu camino con la danza?
—Un amigo de mi mamá, Marcos Peralta, me vio bastante inquieto un día porque siempre tuve mucha energía y le sugirió que me metiera a ballet para hacer algo de actividad. Y así empecé en la Escuela de Música, Constancio Carminio, y desde el primer día supe que esto es lo que yo quiero hacer.

—¿Cómo fue esa experiencia? La danza te atrapó…
—Desde el primer día dije que esto era lo que quería hacer. Fue instantáneo, sentí que lo venía haciendo toda mi vida y nunca había bailado, no sabía nada de ballet hasta después de la primera clase. Después, empecé a investigar, a ir a ver ballet y sentía como que lo había hecho siempre. La danza es el lugar al que pertenezco, lo sentí siempre muy familiar.

—Al poco tiempo ya estabas en Buenos Aires, ¿cómo se dio tu partida?
—A mí me dan la beca de la Fundación de Arte y Cultura, donde estuve un año, pero después de eso seguí tomando clases. Fui al concurso Julio Bocca, salí segundo y me dieron la beca de su fundación. Después entré al Teatro Colón, al Instituto de Arte, y estuve dos años ahí. Siempre estuve rodeado de bailarines profesionales, porque la Fundación de Arte y Cultura es un lugar para perfeccionarse. Entonces, yo iba perfeccionando mi técnica y al mismo tiempo, tenía la oportunidad de ver a otros profesionales que iban a tomar clases.

“La danza es el lugar al que pertenezco”, dice Ciro Mansilla

—¿Cómo fue la vida en Buenos Aires?
—Muy solitaria, viviendo en hostel y en pensiones, en habitaciones compartidas de seis personas, que era lo que podía pagar. Hasta que me mudé a un departamento, creo que el último año que estuve en Buenos Aires. Era vivir con lo mínimo hasta que empecé a trabajar en el Metropolitano y cobrábamos por función y se bailaba bastante. Así que eso, sumado a lo que mi vieja me podía mandar, ya era un alivio. Recuerdo que después de estudiar era volver y no hacer nada, supongo que sería por miedo a perderme, a pasarla mal. Todos los días salía y recorría toda la calle Corrientes, entraba en todas las librerías porque me encantaba, me gusta mucho leer. Llegaba hasta el Obelisco y después volvía. Estaba solo en una ciudad tan grande y no sabía cómo manejarme. Para el porteño, yo era como muy dormido, muy lento, pero tenía 13, 14 años. Pasé mi adolescencia ahí, de una manera completamente solitaria.

—Una fructífera carrera, ¿cómo se dieron tus primeras incorporaciones a las compañías?
—Después durante un verano me sumé a la compañía de Iñaki Urlezaga, y seguí estudiando un par de años más hasta que entré en el Ballet Metropolitano, que dirige Leonardo Reale. Estuve hasta el 2013, después hice una audición para el ballet Sodre, que estaba dirigiendo Julio Bocca en Uruguay, y al año siguiente me fui para allá. En el Sodre ya era trabajo estable, en una compañía muy grande. Estuve cuatro años ahí, siempre haciendo roles principales. Después, cuando Julio deja la dirección del Sodre, me quedé hasta principios del 2018.

En grandes compañías
—Una vida de mucho sacrificio, ¿has logrado todo lo que te has propuesto?

—Sí, hasta ahora sí. Después, obviamente, se van sumando logros y metas. Me pasa que nunca estoy conforme, que siempre quiero seguir mejorando y mejorando porque no hay límites. Entonces, me castigo bastante —en el buen sentido—, por más que me salga bien siempre busco que esté mejor. También tuve que dejar cosas de lado para todo esto, como tener amigos y visitar familiares. La mía fue una vida muy solitaria de adolescente, pero jamás me pesó porque siempre el ballet fue lo que quise hacer y lo más maravilloso de mi vida. Todo lo que tengo hoy y le puedo aportar a mi mamá y a mi hermano es gracias al ballet, y no lo voy a dejar nunca.

—¿Cómo se da tu incorporación al Stuttgart?
—En julio de 2018 me voy a Alemania, al Stuttgart, quería conocer porque siempre fue una de mis compañías favoritas. Hice tres clases y en la segunda ya me habían ofrecido contrato. Me decían que yo tenía como algo que no saben qué es, pero que les encanta, y ahí me quedé. Se me movió el mundo.

—¿Cómo sigue tu carrera, te vas a quedar en Alemania?
—Sí, ya dije que yo me voy a quedar ahí porque puedo proyectar toda mi carrera y lo que viene después de mi carrera como bailarín activo. Puedo hacer todo allá, y quedarme como maestro o ensayista de profesionales, coreógrafo o director. Todo lo puedo hacer en Alemania.

La próxima fase

—¿Hay una edad para el retiro de la Danza?
—Depende de varias cosas, hay algunos que se retiran a los 40; la gran mayoría lo hace rondando los 45 años, y ya no bailan tanto. Igual con la nueva medicina y la tecnología, hay bailarines que están llegando a los 50. Es una carrera bastante más larga que la de un futbolista, por ejemplo.

—¿Te ves como maestro el día que decidas dejar de bailar?
—Sí, yo creo que tengo mucho que aportar a otros profesionales en cuanto a lo interpretativo, que es lo que lo se ha perdido en el en el mundo de la danza. Y es lo que a mí un poco me pone triste, importa más cuánto seguidores tengo en una red social y dar vueltas para impresionar. La danza es otro lenguaje, otro valor que busca deslumbrar desde el arte, contando una historia. Muchas veces no importa cuántas vueltas des en el aire, sino cómo son interpretadas, cómo eso llega a la sensibilidad de la gente.


Vivir en Alemania
“A mí me costaron las relaciones sociales hasta el año pasado, hasta mis 28 años. Antes nunca se me dio bien hacer amigos, ni sociales, ni nada. Tuve una vida muy solo, estaba todo el día en el teatro o en el estudio bailando. Pero tuve la suerte de estar en las dos compañías más amenas, más familiares que conozco, que son el Sodre y el Stuttgart, donde la gente se relaciona entre sí, se habla, salen juntos. Nosotros nos juntamos a un asado un fin de semana o salimos a un bar, entre los compañeros del ballet, que para muchos es muy raro. En Stuttgart se puede, es una ciudad grande pero se siente como un pueblo chico. No es una locura como Berlín o Buenos Aires”, destacó Ciro.


En Paraná
Ciro Mansilla participó de una gala benéfica de danza “El vuelo interior”, el pasado 19 de agosto en el Centro Provincial de Convenciones. La función fue a sala llena, de la velada comentó: “Me gustó mucho el recibimiento de la genta. Muchos nos decían: “Nadie es profeta en su tierra”, pero nos fue muy bien para ser la primera vez que esa sala se utilizaba para ballet. Hicimos todo de manera independiente, a pulmón, y los bailarines invitados quedaron asombrados. Fue con orquesta en vivo, y ni en el Colón están trabajando de esa manera. En Argentina, y en Paraná aún más, se cree que todo lo que viene de afuera es mejor. Muchos fueron porque yo estoy viviendo en Alemania, y soy conciente que muchos fueron por mi nombre porque ahora como anduve afuera estoy catalogado como bueno, pero yo salí de acá, del barrio El Sol”, remarcó el bailarín.

Bio
Ciro Mansilla nació en Paraná, el 7 de mayo de 1994. Es hijo de Nora Aracil y de Jorge Mansilla. Tiene un hermano menor, Tadeo.
Su referente: Julio Bocca. “Él ama el ballet, y siempre va a colaborar mientras haya jóvenes con ganas y con esperanza de hacer que el Ballet en Argentina sea cada vez más grande”, expresó.
Una beca fue la que le permitió el traslado desde la Escuela de Música Constancio Carminio de Paraná a la Asociación Arte y Cultura de Buenos Aires en 2010 y a la escuela de ballet del Teatro Colón, donde se graduó en 2012. En 2008, ganó la medalla de oro en el concurso “Danzamérica” y dos años después una medalla de plata y una beca en el Concurso Julio Bocca. En 2012 integró el Ballet Metropolitano de Buenos Aires, y luego el Ballet Nacional de Uruguay Sodre, dirigido po Julio Bocca, donde bailó hasta 2018. En la temporada 2018-2019 se incorporó al Ballet de Stuttgart, en Alemania.
Ha recibido importantes premios por su desempeño artístico, entre los que se destacan el Konex 2019 Revelación; y el sello Argentinos en el mundo el año pasado.

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