martes , 30 abril 2024
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Pensar el río por fuera de su acepción tradicional

Un fin de semana ideal para disfrutar al aire libre. Foto: Juliana Faggi. EL DIARIO.

La realidad cotidiana contradice un apotegma de la geopolítica según la cual los ríos son límites, y no zonas de intercambios múltiples, naturales y humanos. Un libro recientemente editado por Eduner aborda esta tensión y se inclina por la riqueza de un abordaje multidimensional. 

Las marcas de la identidad entrerriana con sus matices y tensiones, así como la historia de este territorio y sus procesos, pueden venir bien para pensar en términos de futuro, de políticas culturales y sociales, de diálogo con una idiosincrasia signada por los ríos. Sobre estos asuntos EL DIARIO conversó con César Pibernus, autor del libro “Con el río al cuello. En contra de la falsa obviedad del reciente territorio Entre Ríos”, publicado por la Editorial de la UNER.

En dichas páginas el autor aporta una mirada reflexiva acerca de la construcción política del espacio entrerriano e invita a abandonar la idea de los ríos como límites fronterizos y, en su lugar, pensarlos como ejes estructurantes de poblaciones, hábitos y prácticas culturales. 

Pibernus es doctor en Ciencias Sociales, también docente y militante del sindicato de los maestros, Agmer. Es oriundo de Concordia pero por su trabajo, recorrió las distintas realidades de la provincia.

En diálogo con EL DIARIO compartió una mirada en torno a los modos que asume esa entidad vaporosa que denominamos entrerrianía o “ser entrerriano” y su estrecho vínculo con el río y lo ribereño. 

Más allá de los aspectos anecdóticos, asomarnos a estas reflexiones puede ser valioso para advertir la convivencia de identidades que nos atraviesa. 

Para el entrevistado, es una deuda de las Ciencias Sociales pensar el río por fuera de su
acepción tradicional: la de mero límite.  FOTO: Juliana Faggi.

–¿Cómo nace Con el río al cuello?

–Estudiando los nomencladores urbanos de Gualeguaychú, Gualeguay y Concepción del Uruguay, noté una singularidad: en los documentos se daba el equívoco de que caracterizaban como entrerrianos distintos aspectos de la realidad territorial (como lugares, parajes, costumbres) cuando todavía no había sucedido la fundación administrativa de la provincia. 

Empecé a analizar esos procesos y las tensiones que tenemos en nuestra identidad. En 2018 presenté y aprobé la tesis sobre este tema, en el doctorado en Ciencias Sociales (UNER) y en 2022 se publicó el trabajo en la Eduner.

–¿A qué refieren las expresiones “falsa obviedad” y “reciente territorio”, que se encuentran en el subtitulo del libro?

–Solemos pensar el territorio entrerriano como “obvio”, como marcado desde siempre, cuando en realidad es sólo una denominación reciente del territorio. Incluso, usar los ríos como límite es un recurso reciente. Sin embargo, sabemos por experiencia propia que los ríos siempre han sido puentes.

Para hacernos una idea, si nuestra historia se pudiese representar en una hora reloj, el territorio Entre Ríos sólo ocuparía el último minuto de esa historia. Es importante destacar que nuestra tradición, y nuestra memoria territorial tiene milenios. Nuestra región está poblada desde hace unos 14.000 años, pero Entre Ríos tiene menos de 300 años si contamos desde la acción administrativa con la cual Tomás de Rocamora la funda formalmente. 

Ahora, tenemos una memoria territorial que construye acuerdos para la convivencia que no se basa en lo excluyente, sino que integra a una orilla y a la otra como parte de lo propio, no como algo ajeno. 

Secuencia

Hablás del territorio no como linde, sino como continuidad, ¿Qué ejemplos podrías dar?

–Cuando indagamos en distintos estudios sobre nuestros pueblos, nos encontramos con que las poblaciones se fueron construyendo con los ríos como ejes, desde las más antiguas hasta las que convivieron con las invasiones hace 400 años. 

Esa realidad territorial, sí o sí, tiene una consecuencia identitaria porque Entre Ríos es un territorio estatal moderno y dado lo taxativo que es en términos geopolíticos, y lo viva que es nuestra identidad, para ser más Entre Ríos debemos adentrarnos en esas contradicciones, conocer la historia y hablar de entrerrianidades, en plural.

Al mismo tiempo, no es raro que algunos entrerrianos se reconozcan más afines a realidades cercanas, aunque no pertenezcan estrictamente a Entre Ríos. Ahí se ve claramente que el río no puede ser asumido como un límite. Podríamos decirlo de esta manera: los límites administrativos de Entre Ríos fracasan en sus pretensiones. Existen y regulan las relaciones, pero quienes los habitamos los desafiamos en la vida cotidiana. 

Entre Ríos es producto de una territorialidad que considera a los ríos como un límite regulador, pero, como se dijo, es una perspectiva que está en tensión. Pienso en Sauce y San José de Feliciano; en Concordia y Salto; en Victoria y Rosario; en Paraná y Santa Fe. Allí, las comunidades comparten la manera de habitar el territorio.

–¿Qué hito marca el nacimiento del territorio entrerriano?

–Tomás de Rocamora fundó y demarcó Entre Ríos hace 250 años. Pero medio siglo antes las ciudades de Santa Fe, Buenos Aires, Corrientes y Yapeyú zanjaban sus intereses ganaderos usando los ríos como límite. Me refiero a las negociaciones que fueron llamadas “Concordias”, que sucedieron hacia 1721. Este fenómeno fue posible, en principio, por cuestiones prácticas, como la conducta del ganado; y, por otra parte, porque era la geopolítica que desde hacía 50 años se estaba imponiendo entre los Estados europeos, los mismos que se disputaban estas tierras. 

Pero entre las Concordias de la década de 1720 y la fundación formal de Entre Ríos en la década de 1780, la Colonia aceleró los tiempos e intervino violentamente sobre la región. Lo que quiero significar es que probablemente Rocamora no hubiese podido fundar Entre Ríos sin las Guerras Guaraníticas, sin la expulsión de los jesuitas y, sobre todo, sin las sangrientas matanzas de pueblos aborígenes a mediados del siglo XVIII. En esos 50 años, la Colonia intervino en la región de forma virulenta. En buena medida, Entre Ríos es un emergente de esos violentos procesos coloniales sobre el territorio. 

Debates pendientes

El libro de Pibernus comienza con la dedicatoria a su abuela Ercilia, lavandera de Salto Chico, una de las caídas mayores que históricamente presentaba la zona de rápidos del río Uruguay medio; sigue con “la invisibilizada territorialidad profunda que sostiene a los entrerrianos”; y, así, va conduciendo al lector/a por un entramado en el que se cruzan discusiones sobre nombres, palabras, poderíos varios, historia, poblaciones y delimitaciones; en definitiva, memoria territorial. 

El autor hace una intertextualidad permanente con diferentes manifestaciones de la cultura como letras de canciones, poesías e insta a artistas, periodistas, pescadores o chamameceros a pensar y debatir estas cuestiones de geopolítica, el impacto de los límites impuestos y su subversión, y la identidad, que siempre se filtran en lo cotidiano. Me ha resultado mucho más fácil encontrar manifestaciones de estas problemáticas territoriales en expresiones no académicas, artísticas, ensayísticas, que, en trabajos de investigación, donde se insiste en pensarnos como un territorio obvio y fetichizado”, explicó. 

“La huraña dulzura de los lindes”, precisamente es parte del título original de su tesis, apenas un verso del extenso poema emblema Luz de provincia, de Carlos Mastronardi (1901-1976), ese que comienza con “un fresco abrazo de agua la nombra para siempre”.

“Asumir nuestras tensiones y contradicciones nos hace más entrerrianos. No es al revés. Y para serlo, debemos sumergirnos en nuestra historia territorial, para entender la memoria que nos hace vivir así, por encima de los límites de nuestra provincia”, reflexionó Pibernus.

–La noción de río parece atravesada por una tensión.

–Así es. Durante los milenios previos a la invasión europea, para los diversos pueblos, los ríos fueron centros aglutinantes de población, eje de comunidades. Así lo demuestran trabajos como los de Antonio Serrano, Carlos Ceruti, Jorge Rodríguez y Mariano Bonomo. 

Es más, las primeras experiencias invasoras también aplicaban esa noción de río. Veamos la fundación de Santa Fe: se instaló la ciudad en aquella orilla y las estancias de algunos de esos vecinos en esta otra. Cuando Rocamora fundó Entre Ríos y fijó un límite en el río Paraná, los propietarios de Santa Fe elevaron una queja al Virrey, porque contaban con que esta orilla era de ellos.

Es una gran deuda de las Ciencias Sociales trabajar estas contradicciones. 

La vértebra ribereña

–¿Qué correlato con las políticas culturales tienen estos debates?

–Se lo puede pensar desde varias aristas. Desde la música veo un frente enorme. Del proyecto De Costa a Costa participa gente de todo el país. Por ejemplo, hay un campamento en verano, en la costa del Uruguay, al que asisten uruguayos de Paysandú; y en invierno se hace en Paraná y participan santafesinos. En realidad, ambas convocatorias congregan personas de diferentes lugares, que reconocen a ambos ríos por su carácter vertebrador. 

Una primera observación es que las regulaciones de los Estados modernos no pueden poner coto a estas interacciones intercomarcales, como puede suceder con la navegación, el comercio, los intercambios económicos, o las migraciones.

Los incendios en las islas han puesto en cuestión esta idea de que el río es un límite, y nos empuja a entender que ese entorno forma parte de un patrimonio común.

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