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Gabriela Trevisani: Teatro, para cambiar el mundo

Es actriz, directora, dramaturga, docente e iluminadora. En la adolescencia comenzó su afinidad con la actuación, que prendió fuerte en Paraná. Integra la Asociación Civil Teatro del Bardo, que tendió redes para educar en el arte a los alumnos y empoderar a las mujeres desde lo teatral, entre otros proyectos. 

Gabriela Gómez del Río / [email protected]

Gabriela Trevisani es de Helvecia, pero vive en Paraná desde 1994, cuando arribó para estudiar Comunicación Social y la cautivó el teatro. Comenzó un recorrido en la actuación, que la llevó a participar de distintos talleres teatrales, hasta que en el 2000 se sumó al grupo de Teatro del Bardo. Echó raíces en la capital provincial y cambió la carrera universitaria por Licenciatura en Teatro en la Universidad Nacional del Litoral. 

Durante la entrevista con Bien! admitió: “El escenario me vuelve super poderosa. Por más dura que sea la realidad, con el teatro se pueden generar otros mundos”. 

–Hubo algo de teatro en tu niñez, ¿qué recordás de los primeros juegos?

–Con mi prima y mi hermana nos encantaban las Trillizas de Oro, -dijo entre risas-. Cada una elegía una de las trillizas y hacíamos coreografías, bailábamos. Y después, por ejemplo, para el Día de las Madres mostrábamos lo que habíamos hecho en un show que se armaba para las vecinas del barrio. 

Gabriela Trevisani, actriz, directora, dramaturga, docente e iluminadora, integrante de la Asociación Civil Teatro del Bardo.

–¿Cuándo comenzó tu vínculo con el teatro? 

–En la escuela secundaria había dos docentes de Lengua y Literatura que empezaron a armar un grupo extraescolar y presentamos un espectáculo en un encuentro estudiantil. Estuve tres años actuando ahí porque me encantó. Mi abuela era actriz, había un club en Helvecia, donde hacían representaciones, y siempre adoré una foto de ella, que estaba sobre la biblioteca, donde se la veía actuando con un vestido divino. De niña siempre hubo algo ahí con mi abuela Matilda, que me enseñó a leer y leíamos juntas. 

–Gabriela, ¿cómo continuó tu recorrido con el teatro en Paraná? 

–Hubo dos momentos que fueron bisagras para mí. Uno con Judith Diment, empecé con ella a hacer unos talleres municipales y es una maestra alucinante en todo sentido. Yo tenía, por ejemplo, algunas trabas para poder cantar y ella iba desanudando, estaba muy bueno. Y después en La Hendija se hizo un laboratorio de teatro que se llamó El Puro Errar, que lo daban Valeria Folini y Gustavo Bendersky. Vale es mi maestra acá en Paraná. Y en ese laboratorio, lo que hacíamos era investigar las tareas del actor, trabajábamos sobre el espacio, la dramaturgia, entre otras cosas. Trabajábamos desde un proyecto personal y ahí es cuando empecé a hacer el primer espectáculo con el grupo Teatro del Bardo, y me quedé, me instalé ahí. En el 2019 inauguramos la Escuela del Bardo, un proyecto grupal. 

Trevisani aseguró que “el respeto es lo que ha hecho perdurar en el tiempo al grupo Teatro del Bardo

–Actriz, directora, dramaturga, docente, iluminadora, ¿en qué rol estás más a gusto?

–Actriz, siempre quiero actuar. Arriba del escenario soy la mujer maravilla, el teatro te vuelve super poderosa. En realidad, somos un grupo en el que cada uno va buscando su rol en cada proyecto, porque no tenemos un director de grupo. 

“Arriba del escenario soy la mujer maravilla, el teatro te vuelve super poderosa”, expresó Trevisani durante el diálogo con Bien!

–¿Cómo se definen los roles en Teatro del Bardo?

–Es por impulso. Si yo quiero hacer un proyecto, generalmente lo pienso del lado de la actriz y a quién quiero que me dirija se lo propongo. A partir de eso, se va convidando a los otros con las distintas tareas. 

Hay muchos proyectos que se han hecho con alumnos de la escuela, donde yo trabajo más como iluminadora. Desde hace algunos años empecé a trabajar también como directora y me encanta. Pero siempre prefiero la actuación, todos queremos actuar. Pero para actuar hay que cumplir también todos los demás roles, entonces nos vamos turnando. 

Gabriela Trevisani, actriz, directora, dramaturga, docente e iluminadora, integrante de la Asociación Civil Teatro del Bardo en diálogo con revista BIEN! de Entre Ríos

El grupo

–¿Cómo es la convivencia en el grupo de Teatro del Bardo después de tantos años juntos? 

–Llevamos muchos años juntos con el grupo. Somos tan distintos todos y como todo artista somos un poco egocéntricos, pero en ese equipo funcionan bien. Hay reglas que no las abolimos y que parten siempre de esto: “Uno sabe que el otro hace lo mejor que puede”. Muchas veces hemos discutido, pero ese amor que tenemos por nosotros como grupo y por cada uno de los integrantes, es lo que prevalece siempre. Puede parecer romántico, pero el respeto es lo que nos ha hecho perdurar en el tiempo. 

Mujeres Barderas

“Me puse al hombro algo que surgió con Valeria Folini, mi socia, compañera, hermana, que es Mujeres Barderas, un ciclo de teatro y género”.

Sobre el surgimiento de este ciclo, indicó: “Empezamos a asistir a algunas reuniones sobre mujeres directoras de provincias para ver las problemáticas que teníamos las directoras como mujeres, porque en realidad es un rol muy masculino. Esto comenzó hace cinco años, y empezamos a ver qué características tenía este rol en la mujer, qué es lo que podíamos aportar, cómo sacar un poco los ejes de estar en el centro, porque no nos interesaba. Por eso, nos decíamos de provincia porque no estábamos en el centro de nada. Y pensar todos esos roles desde la mujer. Por ejemplo, siempre voy con Walter (Arosteguy), mi compañero de trabajo, él dirige y yo ilumino, y los iluminadores de los teatros le hablan a él, no me hablan a mí. Parece una tontería, pero hay que empezar a desarmar, desatar, deconstruir algunos roles.

–Te metiste en tareas que tradicionalmente estaban reservadas para los hombres, la dirección teatral y la iluminación…

–Ni hablar, seguro. Pero el grupo siempre fue de matriz matriarcal, porque Vale (Folini) siempre fue la referente. Por eso digo, es mi maestra, ahora es compañera y vamos a la par, pero siempre estamos aprendiendo unos de otros. 

–¿Notás que hay algún cambio en la mirada del otro? 

–Creo que sí, que se va construyendo sobre todo cuando uno tiene una mirada sobre sí misma un poco más fuerte y más segura. Por eso le pusimos Mujeres Barderas al ciclo, pero nuestros compañeros varones están trabajando con nosotras, no vamos solas. Pero nos dejan a nosotras ir primero, es una construcción que se hace conscientemente en el grupo. Y después cada uno va trabajando su construcción personal. 

–¿Se puede vivir del teatro?

–Se puede, pero en este momento donde la coyuntura económica está tremenda, estamos tratando de salvar un poco la Escuela del Bardo porque el alquiler se fue por las nubes. 

–¿En qué situación está la Escuela del Bardo? 

–Tenemos algunas posibilidades para poder terminar el año, por lo menos, en ese espacio. Igual hemos pasado por varias cosas grupalmente y siempre se va modificando dónde estamos o cómo lo hacemos, pero siempre hay algo que se mantiene y que es que trabajamos mucho en escuelas, el Equipo de Educación por el Arte. 

Ese proyecto de llevar el teatro o vivenciar el arte en la escuela, que es primordial, lo podemos hacer en el patio de una escuela, en el salón o en un teatro de la ciudad. Eso se puede seguir manteniendo. Pero el espacio nos une porque tenemos todo ahí, es donde nos encontramos más seguido y tenemos un lugar para ensayar. Nosotros podemos vivir sin la Escuela del Bardo, sí. Podemos hacer nuestro trabajo, sí. Pero bueno, lo amamos desde ese sentido porque nos une en un montón de cosas. 

Proyectos

“Quiero hacer un unipersonal. Nunca hice uno porque me gusta trabajar con otros actores. Pero, dicen que el unipersonal es como un maestro en sí mismo. Creo que llegó el momento de hacerlo y tengo estas herramientas de las brujas, de los yuyos, sobre las que he leído mucho. Me gusta ir por ahí con una mirada feminista. Estamos trabajando con Walter (Arosteguy), un texto que él había escrito, Gualicho, que es una historia de amor. 

En este momento, la cabeza está puesta en la Escuela y lo creativo se posterga. Hacemos las funciones que tenemos, que son muchas.

–¿Qué cosas te ha dado el teatro? 

–De pronto cambió la vida. ¡Oh! Eso fue lo más importante, viajamos mucho, que eso también es una de las cosas que están buenas. Ahora está difícil, hace poquito hicimos una gira con Valeria tras ganar un Impulsar MICA (Mercado de Industrias Culturales Argentinas), fuimos hasta Puerto Madryn. Después de que hacemos las funciones, hacemos entrevistas con los chicos, con los docentes, poniendo en práctica todas las herramientas que me dio la comunicación. Está buenísimo porque no es solo ir a hacer una función, sino que la conciencia que tenemos sobre ese trabajo que hacemos, es nuestra forma de cambiar el mundo un poquito. Estoy muy feliz con eso porque es como que pude encauzar esas cosas que amaba en una sola Gaby.

–¿Aconsejarías hacer teatro y por qué? 

–Sí, porque hay distintos motivos para hacer teatro. Te divertís mucho, tratamos de pasarla bien. No sólo porque trabajemos haciendo humor, porque también hacemos drama y temas muy difíciles para la sociedad, pero te divertís haciendo porque el humor tiene que atravesar todo, si no esta vida cómo la sobrellevamos. Por otro lado, te da herramientas para la expresión, para quienes quieren actuar, ser actores o tener simplemente la experiencia de estar en escena. 

Muchas veces la realidad es un poco dura o cruel y con el teatro uno puede generar otros mundos, otras realidades.

Bruja verde

“Soy bruja verde, lo de bruja es desde un punto de vista feminista, pero es… Soy yuyera. He hecho varios cursos, hago tinturas madres, más que nada como una farmacia herbal para la casa. Me encantó meterme en el mundo de las plantas y en el de mi abuela materna, que era medio curandera. En plena pandemia me puse a estudiar un poco más científicamente. Hice unos cursos con una farmacéutica y ahora estoy haciendo una formación anual, de farmacia herbal”, aseguró Trevisani.

–¿Desde cuándo el interés por la medicina herbal, por lo natural? 

–Lo viví mucho de chica. Allá en el pueblo, te doblabas el tobillo e ibas a que te cure una señora, que ponía maíz en un vaso con agua, y según la cantidad de los globitos, te decía cuántos nervios tenías sacados. Mi abuela curaba de palabra las quemaduras, la ojeadura. Algunas cosas ella me enseñó porque me fascinaba ese mundo. Recuerdo haber visto que le llevaban un bebé llorando, quemado, que después salía riéndose. No sé qué hacía, pero curaba de palabras y después le decía a la mamá: “ahora llevalo al médico”. Era muy impactante. Yo lo hago como hobby para la casa, para no usar tanto medicamento. Presto mucha atención a la alimentación y a tratar de no consumir nada que tenga tanto químico. Mi compañero es ingeniero agrónomo y está en la agroecología.

Bio

Gabriela Trevisani nació el 21 de octubre de 1976 en Helvecia, provincia de Santa Fe. Es hija de Fernando Trevisani (fallecido) y de Susana Fagnani. Es la segunda de tres hermanos, María Eugenia y Marcelo. Es mamá de Felipe Kohner, de 11 años. Está en pareja con Nicolás Indelángelo. 

Cursó la escuela en Helvecia, la primaria en la N° 422 y la secundaria en la N° 333. Es Lic. En Teatro, egresada de la Universidad Nacional del Litoral, con posgrados en Dirección y Dramaturgia, en la Uader.

En escena: Actualmente, Trevisani participa en Pánfilos, 5438, un policial bien argentino; El caballo y la paz; El hombre acecha. Dirige: Artigas, el otro; El rastro, Tras la huella de Isidro Velázquez. 

Hobby: ser bruja verde.

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