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Hay libros que regresan y nos proponen relecturas

En la visita a ferias y librerías, las personas suelen reencontrarse con obras ya leídas. Fotos: Melina Londero.

La relación de los lectores con los libros es fantástica. Algunos de ellos tienen el mérito de volver a presentarse como opciones de lectura, a veces por placer o en busca de inspiración; otras, por cuestiones laborales. En la siguiente nota, cuatro autores eligen los títulos a los que no pueden dejar de volver, pero también los grandes clásicos para los que todavía no tuvieron tiempo.

La relectura de una obra literaria es una experiencia que va más allá de un recorrido por sus páginas otra vez, porque implica un proceso de descubrimiento y reinterpretación que permite identificar nuevas dimensiones y que nos lleva a los lectores a profundizar en la riqueza de la palabra escrita y a descubrir un mundo en constante evolución dentro de un libro.

Si la literatura es un universo revoltoso -no solo por los cientos de miles de libros que se publican todos los meses, sino porque cada lectura de una obra es única y diferente-, releer un libro tampoco constituye un simple acto de revisión o rememoración.

Los escritores argentinos Jorge Consiglio, Claudia Aboaf, Carlos Battilana y Gloria Peirano, reconocidos por su obra literaria, exponen en esta nota sus propias vivencias con la relectura: sus motivaciones, revelaciones y opiniones sobre el hecho de volver a leer.

Consiglio, nacido en Buenos Aires en 1962, autor de las novelas Hospital Posadas y Tres monedas, reflexiona sobre los impulsos que nos llevan a releer. Para él, la relectura es un acto de profunda exploración, donde desentraña los mecanismos y estructuras del texto, así como busca ahí su tono propio. Al releer, Consiglio quiere afinar su oído para la escritura. “Vuelvo a leer ciertos textos para encontrar un sonido propio. Es como si afinara un instrumento. Cuando escribo ficción, suelo releer poesía o relatos de Martín Rejtman o de César Aira”, dice el novelista.

Confiesa que el libro que más ha releído es El Aleph, de Borges, debido a que en una época era parte de la bibliografía obligatoria cuando dictaba clases en un terciario. Lo releía para rastrear los procedimientos en los cuentos y exponerlos, además de detenerse en la escritura y marcar las figuras retóricas y el uso del orden oracional. Una década más tarde, retomó algunos cuentos para analizarlos en encuentros organizados por el Municipio de La Matanza.

Consiglio destaca que “releer y leer en grupo son tareas enriquecedoras: los participantes meten la mano en el barro y la hunden hasta donde la imaginación les permite. El texto de ficción es un espacio inagotable: más lectura, más polisemia. En la opacidad de la literatura se codifica la multiplicidad de sentidos”.

Amasijo

Por su parte, Aboaf (Buenos Aires, 1960), nos ofrece una perspectiva diferente sobre la relectura, pero con puntos coincidentes con la que sostiene Consiglio. Para ella, releer es confundir lo propio con lo ajeno, es una fusión de textos y experiencias en un proceso creativo único. La relectura forma parte esencial de su escritura en tanto dota de nuevas capas de significado a su propia obra. “Releo también por trabajo en busca de un epígrafe, citas para un ensayo. Releer es parte del proceso de la escritura”, explica la escritora.

La autora de “La trilogía del agua” encuentra en La flor de lis, de Marosa di Giorgio, un refugio para su escritura en tanto ese libro le da la nota musical “la” cuando entiende que la ha perdido. La escritora dice que ella necesita tener cerca el libro, aunque ni siquiera lo abra, porque allí encuentra frases como “hay una constelación hirviendo adentro de la piedra”, que son pensamiento sentido. “El erotismo que suele resaltarse en la obra de Marosa, lo leo como erotismo universal, una ley natural de atracción de todo lo viviente”. En este sentido, releer La flor de lis es algo parecido a invocar una sintonía o sinfonía que está cerca y lejos al mismo tiempo, un estado de escritura que se enciende con cada lectura y siempre con agradecimiento.

Refrescar

Battilana, poeta nacido en Corrientes en 1964, considera la relectura como un acto de reconocimiento y actualización constante del texto. Para él, cada acto de lectura acrecienta los sentidos de la obra, encontrando en ella una felicidad renovada en cada encuentro con las palabras impresas.

Explica que la relectura “también supone que ese texto sigue actualizándose en cada acto de lectura: la felicidad del presente”. El poeta cuenta que el libro que más releyó es la Poesía completa, de César Vallejo, con un énfasis especial en Los heraldos negros.

Peirano es novelista y co-coordinadora del Laboratorio de Escritura Académica, en la Universidad Nacional de Tres de Febrero, y reflexiona sobre la relectura como una experiencia transformadora. Para la autora, releer es leer en condiciones diferentes, donde el libro permanece igual pero el lector cambia. Cada lectura es una oportunidad para explorar cómo la misma obra puede resonar de manera distinta a lo largo del tiempo y transformar las experiencias de vida del lector, ofreciendo así una nueva perspectiva sobre la obra y sobre nosotros mismos. “Me sorprende que siempre es el mismo libro, que permanece de alguna forma, pero lo que cambia es la persona que lo lee”, aclara.

La autora elige Hospital Británico, de Héctor Viel Temperley, como el libro que más relee, describiéndolo como un libro infinito, como una especie de oráculo. Para ella, este libro es una evocación muy bella que la lleva hacia su cuerpo y a momentos especiales de su vida, al punto de que solo se lee, dice, en su cabeza. “Por ejemplo, muchas veces estoy caminando o haciendo cualquier cosa y se aparece, voy hacia lo que menos conocí, voy hacia mi cuerpo, mi madre era la risa, la libertad del verano”.

Certezas

Por otro lado, todos coinciden en que la relectura consume un tiempo de lectura de otros libros que todavía no se leyeron y están pendientes en las bibliotecas, disponibles y expectantes a la voluntad de los lectores. Los escritores manifiestan que hay clásicos que nunca leyeron. Por ejemplo, Peirano y Battilana coinciden en que nunca leyeron Ulises, de James Joyce. Justamente, para la escritora hay libros que la están esperando, porque está convencida de que los libros tienen esa capacidad de espera.

Casualmente, Aboaf expresa que no cree que vuelva a intentar leer Ulises, pero tampoco lo regalará. “Va quedando erguido en los estantes de más abajo, como un coloso que sostiene el resto de los libros”. Además, añade una reflexión sobre la limitación del tiempo y la necesidad de tomar decisiones al elegir qué leer. “No me alcanzaría la vida, ni los ojos para leer todo lo que me gustaría. Elegir lecturas implica dejar otras de lado, tal vez para siempre. Se van armando bibliotecas con esas elecciones”. Ella también confiesa que no ha leído toda la obra de Borges de manera ordenada o sistemática como sí lo hizo con otras autoras. Por momentos cree sentir que sí, que ya ha leído todo de Borges, pero luego reconoce que no es así.

En cambio, Consiglio menciona que leyó bastante una traducción del Ulises, pero nunca completo y que compró una edición de otro traductor por una cuestión sentimental. También explica que nunca leyó La guerra y la paz ni Los hermanos Karamazov, citando su deuda con clásicos de la literatura rusa y de otros países del mundo. Además, cuenta sobre su reticencia a leer las Rubaiyyat, de Omar Khayyam, por temor a perderse en su universo simbólico.

No es raro que muchas personas digan que están releyendo un libro cuando, en realidad, están experimentando su primera lectura. Esta aparente paradoja puede obedecer a diversas razones, como la presión social o no desentonar con el mandato de lecturas obligadas.

Peirano comenta que en su generación existía un fuerte imperativo de lectura, lo que llevaba a que mucha gente escondiera que no había leído ciertos libros. Hoy dice que considera esto como algo tonto y que por suerte las condiciones de la lectura han cambiado mucho.

Pendiente

En ese mismo sentido, Battilana menciona que “Italo Calvino explicaba que el prefijo delante del verbo ‘leer’ puede ser una hipocresía de quienes se avergüenzan de admitir que no han leído un libro famoso. Sabemos que hay una enorme cantidad de libros clásicos y famosos que no hemos leído. Hay muchos motivos por los cuales no hemos leído algunos libros: tiempo, indiferencia, repulsión, etc.”.

La omnipresencia de Jorge Luis Borges en la vida personal de Aboaf, y especialmente después de haber prologado un par de ediciones, le ha traído mucha adulteración al punto de mezclar lo deseado con lo realmente sucedido: “En esa nube de recuerdos y lecturas, ante un texto suyo, no distingo si lo he leído o son palabras nuevas”.

Consiglio supone que las personas que dicen que releen un libro cuando en realidad lo están leyendo por primera vez se confunden de palabra. Cree que puede ser que enlacen ciertas resonancias del libro leído con otras lecturas y llamen a ese fenómeno relectura, pero no está seguro y solo arriesga hipótesis, ya que sabe que la confusión y el malentendido son frecuentes en el mundo de la lectura.

Es evidente que según los cuatro escritores la relectura es mucho más que el hecho empírico de volver a transitar páginas y páginas. Es un acto casi detectivesco de revelación y reinterpretación de nuevas pistas que lleva a enfrentarse a nuevas dimensiones de la obra, pero también funciona como una máquina expansiva que hace de la experiencia literaria y la comprensión de la realidad una forma poética y política de estar en el mundo.

Una propuesta es tomar la experiencia de la relectura como una aventura detectivesca.

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