sábado , 27 abril 2024
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Violencia económica: una agresión que cuesta ver

La violencia económica hacia las mujeres tiene diversas formas de manifestarse. Foto: Juliana Faggi.
La comunicadora especializada en finanzas familiares, Celeste Sánchez, creó una plataforma a partir de sus propios problemas económicos. Hoy se dedica a acercar educación financiera a las mujeres quieren mejorar en el uso de su dinero, salir de sus deudas y empezar a ahorrar e invertir. En la nota que sigue, se aproxima a un tema de absoluta vigencia.

Celeste Sánchez | [email protected]

Hay formas de violencia más visibles y conocidas, y otras mucho más sutiles, pero igual de peligrosas. En pleno siglo XXI, el dinero sigue siendo una forma de dominación que sufren millones de mujeres en todo el mundo. ¿Qué podemos hacer para ayudar a cambiarlo?

Aunque no sea la situación que primero se nos viene a la mente cuando pensamos en la violencia contra las mujeres, también merece nuestra atención y, sobre todo, nuestro compromiso como agentes de cambio y de solución. Porque la violencia económica aún está presente en la sociedad, y limita el desarrollo de millones de mujeres.

Cada año, el 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Es una jornada de reflexión, que busca visibilizar las formas de violencia que aún sufren día a día mujeres de muchos países. Violencia física, sexual, emocional, y también económica.

Según la definición de ONU Mujeres, la violencia económica “consiste en lograr o intentar conseguir la dependencia financiera de otra persona, manteniendo para ello un control total sobre sus recursos financieros, impidiéndole acceder a ellos y prohibiéndole trabajar o asistir a la escuela”.

La violencia económica aún existe, naturalizada e incluso disfrazada con excusas como que las mujeres solo sabemos gastar, o que no tenemos control frente a una oferta. Sin embargo, en gran parte de los hogares sigue siendo la mujer quien se encarga del presupuesto y de velar por el buen uso del dinero familiar. Pero también hay violencia económica en el control diario de gastos, en la privación de acceso al dinero (por ejemplo, al no compartir la clave del homebanking) y en el incumplimiento de pago de cuota alimentaria.

¿Cómo se ejerce esta violencia? A veces es tan sutil que ni siquiera se la ve como algo malo, pero existe y hace mucho daño. Los ejemplos abundan. Cada vez que una mujer recibe un “lo que vos hacés no cuenta” porque decidió emprender en lugar de tener un trabajo en relación de dependencia; cuando se resta importancia a las tareas de cuidado, que generalmente realiza la mujer y de otra forma deberían pagarse a alguien más, y cuando el comentario que le hace su pareja es “vos estás todo el día en casa” o “dejá de gastar que vos no generás nada”. Cada frase, cada respuesta que daña la autoestima de una mujer a causa del dinero, es violencia. Y como tal, debemos trabajar para que no siga sucediendo.

Uno de los mayores controles se da cuando una de las partes gana más que la otra. Según un relevamiento propio de Dinero en Orden, el 60% de las mujeres que respondieron manifestaron que son sus parejas quienes aportan la mayor parte del dinero a la economía familiar. Aun así, muchas son las parejas que dividen los gastos “50 y 50” y creen que esa es la forma más justa. Mitad cada uno, nadie paga más o menos que la otra parte. Pero en la práctica esta forma es muy peligrosa, ya que quien gana menos en realidad está aportando más. ¿Por qué? Simplemente porque le queda menos dinero disponible para otros gastos como esparcimiento y compras por placer, logrando así que la relación de cada una de las partes con el dinero siga siendo desigual.

La violencia económica puede pasar desapercibida debido a que no deja un rastro tan evidente como las agresiones físicas

¿Cuenta común o cuentas separadas?

Ésta es una gran duda de muchas parejas, y una de las más consultadas a Dinero en Orden. ¿Conviene hacer un fondo y de ahí pagar todo? ¿O es mejor que cada parte se encargue de determinados gastos? Por una cuestión de practicidad a la hora de organizarse, y también para que ambas partes siempre estén al tanto de los pagos, lo ideal es tener una cuenta en común para todos los gastos familiares. De ahí se pagan las tarjetas de crédito, el supermercado, colegios, combustible y todo lo que necesite la familia a lo largo del mes.

Además, cada integrante de la pareja debería tener una cuenta separada con un monto también acordado en pareja, y de ahí gastar como quiera y en lo que quiera. Sin culpa y sin dar demasiadas explicaciones. Esto equipara las opciones, sin que nadie pueda gastar más ni nadie se sienta menos, y a la vez ayuda a que el resto del presupuesto familiar sea más fácil de cumplir, con menos cuestionamientos y más paz.

¿Qué podemos hacer para ayudar a eliminar la violencia económica?

Para ONU Mujeres, “abordar la desigualdad económica de las mujeres es especialmente importante a la hora de reducir la violencia contra las mujeres a largo plazo”, y cada persona en su día a día puede hacer algo para contribuir.

Empezar desde la infancia enseñando a las niñas sobre el uso del dinero y las distintas formas de generarlo. Luego, en la adultez, prestar atención es fundamental. Evidenciar cuando a una mujer le ofrecen un sueldo menor que a un hombre por iguales tareas y responsabilidades, charlar abiertamente del tema con otras parejas, compartir experiencias y soluciones, y detectar situaciones de posible violencia para ofrecer ayuda a las víctimas.

Que el dinero deje de ser un instrumento de control y opresión depende del aporte de cada persona.

Un problema extendido

La violencia económica puede pasar desapercibida debido a que no deja un rastro tan evidente como las agresiones físicas, pero tiene cifras alarmantes.

Usualmente se reproduce en el ámbito familiar, siendo una forma de control en contra de las mujeres. Se muestra a través de la agresión producida por la persona que ostenta el dominio económico, la manipulación para gestionar los gastos o la privación de recursos, lo que induce al aislamiento y la angustia por la satisfacción de las necesidades personales y/o familiares.

Este tipo de violencia puede manifestarse también, por ejemplo, en la convivencia familiar y de pareja, cuando al tener una dependencia económica se le impide tomar decisiones sobre la economía del hogar, o cuando se exige dar cuenta a la pareja acerca de todo lo que se gasta, aun cuando la persona afectada gane sus propios recursos o asuman solas el cuidado y la manutención de los hijos e hijas.

Primera persona

“Mi formación como comunicadora, locutora, productora y periodista me ayuda a explicar de manera sencilla temas como la economía del hogar, el uso de las tarjetas de crédito, la organización de los gastos diarios, los ahorros y el pago de deudas. Siempre que puedo comparto lo que aprendí para que a otras mujeres no les pase lo mismo”.

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