sábado , 18 mayo 2024
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La ficción, puerta de entrada a nuestra historia reciente

La película Argentina,1985 es una de las realizaciones que nos permite repasar la historia reciente.

Mientras entretienen, en tanto piezas de ficción, algunas obras atesoran la capacidad de hacernos regresar a épocas más o menos recientes para recuperar del olvido postales de la historia argentina de los últimos 40 años. 

En el cine, en la pantalla chica y en la literatura, la ficción se vale del pasado reciente para entablar con los hechos un diálogo crítico y contribuir al análisis social y político de coyuntura.

Claros ejemplos de ello son la película Argentina, 1985, las series El amor después del amor y Diciembre 2001, y la última novela de Eduardo Sacheri, Nosotros dos en la tormenta. 

Mientras los espectadores de Diciembre 2001, la serie que lanzó hace un mes Star+, se repartían entre los que aceptaban la interpretación de Jean Pierre Noher como Fernando de la Rúa y los que se quejaban de que poco se parecían, la realidad ofició una de sus jugarretas. Patricia Bullrich, quien fue ministra de Trabajo de la Alianza, se convirtió en precandidata presidencial en la interna de Juntos por el Cambio. Y Gerardo Morales, quien como secretario de Desarrollo Social en 2001 fue un personaje clave con la “misión” de acomodar el estallido social en medio de la crisis económica, decidió en la misma semana reprimir las manifestaciones en Jujuy, la provincia que gobierna, y lanzarse como precandidato a vicepresidente de Horacio Rodríguez Larreta.

La serie consta de seis episodios de 40 minutos y cada uno de ellos está basado en el libro El palacio y la calle, de Miguel Bonasso. En la ficción, el espectador sigue los pasos de Javier Cach, un asesor de la Jefatura de Gabinete, y lo largo de la trama, puede observar cómo las convicciones y los deseos del protagonista se ven constantemente desafiados por los obstáculos que surgen en el ejercicio del poder real en medio de la peor crisis económica, política y social del pasado reciente de nuestro país, que terminó con muertos, represión, saqueos, cinco presidentes en una semana y la confiscación de los ahorros; un repertorio de hechos encadenados digno de la ficción.

Fernán Mirás como Chacho Álvarez; Ludovico Di Santo como Antonio de la Rúa y Luis Machín como Domingo Cavallo terminan de construir la postal de una época y, más allá del “retorno” de muchos de aquellos protagonistas a las primeras líneas, la serie ilumina varios de los debates del presente: las posibilidades reales de la política frente a las imposiciones del Fondo Monetario Internacional, el rol de los movimientos sociales, los desacuerdos al interior de una fuerza política y los costos (humanos y políticos) de la decisión de reprimir la protesta social.

La democracia.

Más allá de los premios y los reconocimientos, la película Argentina, 1985, de Santiago Mitre, motiva debates y polémicas en la conversación pública sobre el rol de los protagonistas del Juicio a las Juntas, pero también sobre cómo algunos sectores de la sociedad se comprometieron con la decisión política de juzgarlos, mientras otros decidieron hacer la vista gorda. Aquello guarda asombrosa actualidad con la posibilidad de que La Libertad Avanza, -el partido que encabeza Javier Milei, que es profundamente negacionista de la última dictadura- llegue bien posicionado a las PASO. Aquello no opaca que, casi cuarenta años después del Juicio a las Juntas, las salas hayan estado llenas de espectadores emocionados y que el aplauso colectivo haya sido similar al que acompañó el fallo en 1985.

Más allá del debate político de coyuntura, algunas series esquivan las meras referencias históricas y logran captar la identidad de una época. Entre letras de la Trova Rosarina y moda ochentosa, El amor después del amor, la serie de Netflix que relata los primeros años de la carrera musical de Fito Páez, captura el despertar cultural de la primavera democrática y los vaivenes políticos de la época. Al igual que ocurrió con el debate sobre la rigurosidad histórica de Argentina, 1985, la preocupación sobre la veracidad se disipa en tanto la serie logra encender el clima de una época.

Hacia el Golpe. 

En su última novela, Nosotros dos en la tormenta, Eduardo Sacheri aborda la lucha armada en los años previos a la dictadura militar a través de dos amigos que pertenecen al Ejército Revolucionario del Pueblo y a Montoneros. El autor, con una mirada compleja y respetuosa, propone indagar en el período anterior al Golpe y en el papel que tuvieron las organizaciones armadas. Los protagonistas de Nosotros dos en la tormenta son Antonio y Ernesto, dos amigos de toda la vida que compartieron sus primeros 20 años de historia en Castelar y están involucrados en Montoneros y el ERP.

“¿Quiero que mi novela sea leída como una justificación a las atrocidades cometidas en contra de los derechos humanos? De ninguna manera. ¿Quiero que ese temor impida introducirnos en una época muy fecunda en significados, opciones y disputas importantes a un montón de niveles? Tampoco quiero”, sostuvo el autor al momento de reflexionar sobre cómo sería leída la novela desde el presente.

A Sacheri no se le escapa que la literatura ya abordó la dictadura como núcleo narrativo desde diferentes ópticas, pero cree que hay aspectos de la década del ‘70 “pre Golpe” que merecen una exploración más concienzuda. “Por motivos absolutamente legítimos, tanto la reflexión académica como la literatura y el cine han transitado con frecuencia los tiempos posteriores al golpe de 1976. Creo que el período inmediatamente anterior y el inmediatamente posterior (digamos los años 83-87) son muy interesantes en sus dinámicas, sus complejidades, sus opciones, y sin embargo aún no han sido tan explorados. Creo que la literatura y el cine son buenas herramientas para seguir pensándolos”, dijo.

En los primeros días de la campaña para las PASO que tendrán lugar el 13 de agosto y mientras el debate gira alrededor de que el negacionismo de la dictadura sea admitido o condenado por los principales protagonistas de la política, por la influencia del FMI en las decisiones soberanas en materia económica y las amenazas represivas para aplacar las crisis, la ficción parece tener varias cosas para decir y recordar, al tiempo que permite imaginar otro futuro que, no necesariamente, sea una repetición del pasado.

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