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Sarmiento

En la caricatura en Caras y Caretas, se alude al exabrupto de Sarmiento.

Métodos políticos poco ´civilizados´.

El 28 de mayo de 1873 ingresó a la Cámara de Diputados un proyecto de ley que deja en claro en qué consistía la idea de disidencia política para Domingo Faustino Sarmiento. La decisión de eliminar con crueldad al adversario se reitera en distintas circunstancias que lo tienen como protagonista.

Rubén I. Bourlot / Especial para EL DIARIO

El 28 de mayo de 1873 ingresó a la Cámara de Diputados un proyecto de ley del presidente Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) por el cual se autoriza abonar una recompensa de 100.000 pesos fuertes por la cabeza del rebelde entrerriano Ricardo López Jordán.

Tras el asesinato del gobernador Justo José de Urquiza (1801-1870) y la designación de Ricardo López Jordán (1822-1889) para completar el período de gobierno, el presidente Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) considerando al nuevo gobernador como autor intelectual del magnicidio, sin pruebas ni proceso por cierto, resolvió el envío de una intervención armada de la provincia que culminó con la derrota de los jordanistas y la pérdida de la autonomía provincial.

Tras elecciones amañadas para intentar restablecer las instituciones, enrarecidas por la intervención del gobierno nacional, en 1873 se produjo un nuevo levantamiento encabezado por López Jordán. Este hecho enfureció al irascible Sarmiento y decidió enviar al Congreso un proyecto de ley poniendo el precio de 100.000 pesos a la cabeza del jefe rebelde y a las de sus compañeros de lucha. La misma “barbarie” que él mismo denostaba la cometía cada vez que accedía a una cuota de poder.

La política del degüello

El método civilizado de descabezar al enemigo viene de lejos. Recordemos la cita bíblica del general en Jefe del Ejército Asirio, Holofernes: “Entonces sacó de la bolsa la cabeza de Holofernes y la mostró: ‘Aquí tienen la cabeza de Holofernes, general en jefe del ejército asirio, y éstas son las cortinas de su cama. El Señor lo mató por la mano de una mujer.’ (Judit: 12,15)”. Durante la época de dominación española era usual mutilar los cuerpos de los delincuentes. Sus cabezas y brazos eran colocados en una jaula y expuestos a la entrada de los pueblos o en las encrucijadas, para ejemplo y escarmiento. Más adelante, en 1814, el Director Supremo Gervasio Antonio de Posadas declaró a Artigas “infame, privado de sus empleos, fuera de la ley y enemigo de la patria” y dispuso que sea perseguido y “muerto en caso de resistencia”, para lo cual se estableció un premio de “6.000 pesos al que entregue la persona de José Artigas vivo o muerto”. Con menos suerte, en 1821, Francisco Ramírez en su última campaña, perseguido por las fuerzas combinadas de Santa Fe y Córdoba, fue alcanzado en los confines de la provincia mediterránea, muerto en batalla cuando intentaba proteger a su compañera Delfina. Luego, cuenta el historiador Ramón S. Lassaga en Historia de López, “su cabeza fue cortada por un soldado Pedraza, trompa de órdenes del comandante Orrego; y Bedoya envió aquel trofeo sangriento al general (Estanislao) López”. Éste dispuso que se la colocara en una de las arcadas del Cabildo, que se encontraba frente a la plaza mayor de la ciudad para escarmiento de los enemigos.

Y podemos seguir: en 1821, simultáneamente a la muerte de Ramírez, su aliado José Miguel Carreras fue apresado en Mendoza y condenado a muerte por orden del gobierno de Godoy Cruz. Cumplida la ejecución se le mutiló el cuerpo, y su cabeza y brazos fueron expuestos en el cabildo de aquella ciudad. También el estanciero bonaerense Pedro Castelli, insurrecto contra Rosas en 1839, fue degollado y su cabeza expuesta en la punta de un palo en la plaza de Dolores, permaneciendo siete años. Otro hecho conocido históricamente es el asesinato del Chacho Peñaloza por parte de las fuerzas enviadas por el propio Sarmiento, gobernador de San Juan, cuya cabeza fue exhibida en la plaza de Olta. En 1868 ya presidente, ante hechos criminales, Sarmiento se dirigía al general José M. Arredondo: “Se dice que una diligencia ha sido asaltada. A grandes males, grandes remedios; trate de capturarlos. Córteles la cabeza y déjelas de muestra en los caminos.”

Por varias cabezas

El artículo 1º del proyecto de ley enviado por Sarmiento a la Cámara de Diputados dice: “la suma de 100.000 pesos fuertes será dada al que o a los que aprehendiesen y entregasen a las autoridades constituidas, excepto el caso de que cayese en poder del ejército, vencido y capturado como prisionero, a Ricardo López Jordán etc.”.

El art. 2º ofrece 10 mil pesos fuertes por don Mariano Querencio, y por el art. 3º crea premios de mil pesos fuertes para quienes entregaran a autores de excesos cometidos durante la revolución. El artículo 5° aclara, por las dudas, que “estas medidas no limitarán, si fueren ineficaces, las facultades inherentes al poder militar de la Nación que la Constitución ha depositado en el general en jefe de sus fuerzas”.

“A grandes males, grandes remedios; trate de capturarlos. Córteles la cabeza y déjelas de muestra en los caminos”. Domingo F. Sarmiento.

El original del proyecto no se halla en los archivos pero sí la presurosa publicación que del mismo hizo el diario La Nación, que dirigía Bartolomé Mitre, el 25 de mayo de 1873. El semanario satírico El Mosquito se hizo eco de la medida a través de una caricatura que muestra a López Jordán quitándose la cabeza para entregársela a un asombrado Sarmiento.
Al respecto, Leopoldo Lugones (1874-1938) en su Historia de Sarmiento (1991) escribió que “ejecutado sin formación de causa, era un general de la nación. López Jordán, cuya cabeza quiso Sarmiento poner a precio, si bien el congreso rechazó con honrada independencia la monstruosa ley, era un ciudadano argentino amparado en su mismo extravío por la constitución que prohíbe la pena de muerte para el delito político.” Y agrega Aníbal S. Vásquez en Caudillos entrerrianos que el presidente “pretendía que se le llevara su cabeza en bandeja de plata, de igual manera que los cordobeses presentaron al general Estanislao López, la gallarda del Supremo Entrerriano.”

Para seguir leyendo

Chávez, Fermín. Vida y muerte de López Jordán.

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