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    Malvicino, el entrañable guitarrista de Piazzolla

    Dueño de un talento refinado, el concordiense Horacio Malvicino forjó una trayectoria como guitarrista que mereció elogios de parte del exigente Astor Piazzolla. Su nombre integra una constelación de artistas que renovó la música popular del Río de la Plata.

     

    Gustavo Labriola

    Especial para EL DIARIO

    De su casa natal en calle Pellegrini -entre 9 de Julio y Uruguay-, en Concordia, Horacio Malvicino (1929), en la década del ‘30, algunas tardes salía con la guitarra hasta la casa de su maestro, sin sospechar que con los años se convertiría en el primer guitarrista argentino de bebop y un integrante imprescindible en distintas formaciones de Astor Piazzolla (1921-1992).

    A los 16 años, junto con el bandoneonista Alberto Caracciolo (1918-1994) y el guitarrista Héctor Besada (1903-n/d), conformaron un trío de tangos. Llegaron a Radio Splendid para finalmente ejecutar música hawaiana.

    Malvicino, que comenzó a ser conocido con el seudónimo de Malveta, inició sus estudios de Medicina y simultáneamente pasó a ser respetado en el mundo de la música. Se interesó por el jazz, al que se había acercado por el embrujo que le producía la fascinante música del guitarrista Django Reinhardt (1910-1953) y por la influencia de la guitarra eléctrica de Charlie Christian (1916-1942).

    Reinhardt era un músico belga, de origen gitano. Fue el primer guitarrista europeo que se destacó en el jazz. Configuró un género propio con la fusión entre el swing y la música gitana. Pese a que falleció a los 43 años, su música permitió que muchos jóvenes se sintieran atraídos por un ritmo inédito y frenético.

    Christian, por su parte, fue un guitarrista estadounidense, de origen africano, que vivió solo 26 años. En ese lapso, tocó con músicos de la estatura de Benny Goodman (1909-1986) y Thelonious Monk (1917-1982), y se conformó en un referente, por el swing de su guitarra eléctrica.

    Malvicino, encantado con esa impetuosa música, se involucró con grandes artistas como Leandro “Gato” Barbieri (1932-2016), Lalo Schifrin (Buenos Aires, 1932) y Enrique “El Mono” Villegas (1913-1986). Ellos reversionaron el género y desarrollaron el jazz moderno en Argentina, lo que se conoció como el Bob Club. Todas las semanas, se reunían a tocar y a explorar en un salón de la Asociación Cristiana de Jóvenes, en Buenos Aires. Un día, hasta allí llegó Astor Piazzolla, que estaba buscando un guitarrista para incursionar en un estilo revolucionario de tango, que le permitiera separarse definitivamente del tradicional.

    Mutuo respeto

    A partir de ese momento y durante 35 años, Malvicino formó parte de los mejores conjuntos de Piazzolla. Recuerda siempre que desde que era un niño admiraba al bandoneonista marplatense y que, con una mezcla de estupor y ansiedad, se sumó a su orquesta.

    Piazzolla solía decir respecto a Malvicino que “es el guitarrista que mejor comprendió todo lo que yo escribí, tal vez porque es el más tanguero de los tres”. Los otros dos eran Cacho Tirao (1946-2007) y Oscar López Ruiz (1938-2021), tal como lo cuenta Natalio Gorin (1940-2006), en un libro sobre Piazzolla.

    Así, Malvicino integró el Octeto Buenos Aires (entre 1956 y 1958); el Quinteto Nuevo Tango (desde 1960); luego, el Conjunto Electrónico y, finalmente, el Sexteto. Grabó con todas esas integraciones más de quince discos. En todos ellos, el imprescindible era Malvicino, con su guitarra de jazz que le sumaba swing a la endiablada y prodigiosa música que Astor Piazzolla creó refundando el tango.

    Dicho sea de paso, la obra de Piazzolla le valió la inmisericorde, desatinada y torpe crítica de un amplio sector de músicos y periodistas que se pretendían propietarios del género musical más representativo de la Argentina; sin comprender ni percibir la extraordinaria grandeza de un estilo que incluso hoy es de vanguardia.

    Gran parte de la relación y las experiencias con Piazzolla las cuenta Malvicino en su libro El tano y yo, que publicó en 2007. Entre las anécdotas que relata está la que ocurre frente al Central Park (Nueva York), cuando un hombre intentaba hacerse entender con uno de los músicos que no hablaba inglés, manifestándole que a él le gustaba la música de Piazzolla. Se trataba nada más y nada menos que de John Lennon.

    Plural

    Malvicino, apasionado de la música, fue un entusiasta que también incursionó en otros géneros y otras agrupaciones. De forma tal que, cuando los artistas utilizaban seudónimos para ser más comerciales, utilizó el nombre de Alain (por Delon) y Debray (por el conocido periodista francés que había entrevistado al Che Guevara, en la década del ´60).

    Con ese nombre dirigió una orquesta de música de estilo ligero y similar a la de Ray Conniff y de otros que en esos años tenían gran repercusión. También interpretó Bossa Nova y discos de Jazz, con su quinteto.

    Por otra parte grabó con intérpretes populares como Los Chalchaleros y en la época de la explosión de la música beat orquestó a Donald, Tormenta, Juan Ramón, Violeta Rivas, Ginamaría Hidalgo y otros.

    Malvicino, además, fue arreglador, director musical en programas de televisión y grabó jingles. Igualmente, fue el musicalizador de más de treinta películas populares, desde Cuando calienta el sol (1964), de Julio Saraceni hasta Cargo de conciencia (2005), de Emilio Vieyra, pasando por El extraño del pelo largo (1969), de Julio Porter, con La Joven Guardia; o En una playa junto al mar (1971), de Enrique Cahen Salaberry, con Donald; o, Simplemente una rosa (1971), de Emilio Vieyra, con un Leonardo Favio, actor y cantante; o Si se calla el cantor (1973), de Enrique Dawi, con un desafiante Horacio Guarany. Asimismo, intervino en comedias ligeras y efectistas como Hay que parar la delantera (1977), con la dirección de Rafael Cohen o Cuatro pícaros bomberos (1979) de Carlos Galletini.

    Con más de noventa años, Horacio Malvicino reconoce seguir estudiando diariamente. Es un músico que ha sabido ganar el reconocimiento de los especialistas.

    No hay entrevista en la que no se refiera a su máximo referente. “A Piazzolla lo escuchaba cuando yo era pibe, en Concordia. Un día estaba jugando a las bolitas en la calle y mi hermano me llamó para escuchar una música distinta en Radio Splendid. Era un tal Piazzolla. Desde entonces lo admiré. Pensá que cuando yo estaba en primer año en la Facultad de Medicina, salía de los prácticos a la tarde, con el guardapolvo puesto y me iba a escucharlo a Piazzolla al Tango Bar, cuando él tocaba allí con su orquesta”, dijo, antes de asegurar que “cuando me toque irme, lo primero que voy a hacer al llegar arriba es preguntar por Piazzolla”.

     

     

     

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