Francisco Rodríguez / Especial para Bien!
(Psicólogo – Mat 078)
Vamos trascurriendo la vida, nos invade la rutina, la cotidianeidad, las obligaciones, una intensa preocupación que es propia de las sociedad occidental que la lucha por el “tener”, más que por el “ser”. Súbitamente aparecen situaciones que nos enfrentan a nuestra finitud y escapan a nuestro control.
El cuerpo, nuestro cuerpo, el de los demás; el de aquello seres queridos es vulnerado, ya sea por accidentes, enfermedades graves, minusvalías. Aparecen pérdidas alrededor que nos cuestionan nuestro ser en el mundo. Es decir, aparece un quiebre significativo, un corte una fisura en nuestro devenir emocional.
Allí entonces suele aparecer la inquietud por otras dimensiones del ser humano, una curiosidad, una necesidad de conexión con ese ser interior, con esa divinidad, desconocida, anhelada, gratificadora, una nueva relación con el universo, una vivencia de trascendencia. Un surgimiento quizás de sentimientos dormidos, como la compasión, la solidaridad, la fe, que son los dominios del espíritu. La creencia en un dios a través de las religiones, una vuelta a la fuente del sí mismo, universal y personal. Ahora podemos empezar a entender la Inteligencia Espiritual.
Antes fue necesario descubrir, otros conceptos relacionados, que generaron una profunda modificación en el pensamiento científico, la manera de ver, analizar, realizar test y de considerar a las personas. Un antecesor fue el psicólogo Gardner, quien en 1983 desarrolló la teoría de las “inteligencias múltiples”, sacando la famosa aptitud lógica-matemática, como único factor de inteligencia. Describió las mismas como: inteligencia lógica; lingüística; espacial; musical; kinestésica; intrapersonal e interpersonal.
Ahondando esta línea de trabajo, recién en 1995 otro psicólogo, Daniel Goleman popularizó el concepto de “inteligencia emocional”, que es el manejo de las competencias y habilidades de autoconciencia, autocontrol y adaptación, conciencia social y manejo de relaciones interpersonales. Detrás de ellas se han descrito numerosas pruebas y variadas experiencias, aplicadas a la enseñanza de las mismas, tanto en ámbitos empresariales como educativos.
¿LA INTELIGENCIA ES INNATA?
Gardner plantea que el 30% de la inteligencia es heredada y el resto es educación, cultura, ambiente económico y hasta alimentación. Por ende, debemos aceptar que el ser humano puede ser educado, que tiene capacidad de cambio y aprendizaje y que cuanto más temprano se comience es más plausible que se logren éxitos.
Fue en 1997, que la física y filósofa Danah Zohar, introdujo el término Inteligencia Espiritual.
Es claro que existe una realidad trascendental o alternativa que suprime la condición de nuestra realidad física y limitada, es aquello que escapa a lo biológico, es la Inteligencia Espiritual (IE). Está caracterizada por valorar, fundamentalmente, la vida y el desarrollo de todos los miembros de una comunidad. También se denomina trascendente, pues nos faculta para preguntarnos por el sentido de la existencia. Somos capaces de trascender lo concreto material, intuyendo algo que escapa a la racionalidad y la materialidad.
La IE permite establecer vínculos con los demás y el mundo, y además, nos capacita para introducirnos en nuestro interior, para dialogar con nosotros mismos, para ser conscientes de la propia existencia. Esta interioridad nos permite el ejercicio de la libertad y una conexión universal.
El Dr. Ramón Gallegos Nava dice que es la capacidad de trascendencia, de hacer las cosas cotidianas con un sentido de lo sagrado, usar recursos espirituales en problemas prácticos, capacidad de actuar con conducta virtuosa basada en la gratitud, paciencia, humildad, compasión, sabiduría y amor universal.
A pesar de estar relacionada, la espiritualidad no se condiciona a practicar religión alguna o tener una creencia en particular. Es un sentimiento o estado mental intensamente personal. Una persona que vive su vida con sentido, que es capaz de articular su proyecto vital, que puede valorar sus actos y tomar nota de lo bueno y de lo bello que hay en ellos, vive con más plenitud y gozo su existencia.
Según Menegatti las manifestaciones de la IE se notan en la fe, la esperanza, el perdón, la humildad, capacidad de arrepentimiento, diferente a la culpa.
Una persona espiritualmente inteligente tiene capacidad para analizar su vida y la de los demás, tiene poder para descubrir sus recursos más íntimos y desconoce el aburrimiento, por ende posee un alto grado de libertad.
Podemos concluir entonces que la IE, como nivel superior, incluye a las inteligencias emocional e intelectual como partes constitutivas.