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lunes, marzo 20, 2023
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    “El arte está disponible para todo ser humano”

    Rubén Clavenzani es actor, director teatral, docente y escritor. Nació en Santa Fe pero hace casi 40 años que vive en Paraná. Ha formado grupos de teatro en distintos puntos de la provincia de Entre Ríos. Es el director del Museo Martiniano Leguizamón, donde a través de la docencia, la historia y el teatro entusiasma a los visitantes. 

    Gabriela Gómez del Río / [email protected] 

    Rubén Clavenzani es un apasionado del teatro. Orientó su vida hacia la docencia, en la educación. Ha dado clases en escuelas primarias, secundarias y en universidades. Ha formado grupos de teatro en Entre Ríos, que llevaron sus producciones a distintos puntos del país, de Latinoamérica y de Europa. Profesa la educación popular, en diálogo con Bien! dijo: “Hay que intercambiar saberes para que se produzca realmente el conocimiento”.  

    Rubén clavenzani es actor, director teatral, docente y escritor. Fotos: Juliana Faggi.

    –¿Cómo comienza la actividad teatral?

    –Me gustó el teatro desde chico. En la escuela primaria me gustaba interpretar personajes de televisión, que escuchaba en radio y veía que la gente, mis compañeras y compañeritos sacrificaban un recreo para ver eso, que no era fácil, -recordó entre risas. Me gustaba el fútbol, hice natación, jugué al básquet, en fin, el deporte me dio mucho. Nunca fui destacado en ninguno, pero con el tiempo me permitió vincularlo al teatro, sobre todo en la impro –teatro de improvisación–, que trabajo mucho. 

    “El teatro me ayudaba a vincularme en la niñez y en la adolescencia, en la enseñanza formal y en la vida”, dijo clavenzani. Fotos: Juliana Faggi.

    –La importancia de la Impro para la propia vida…

    –Tengo un grupo en Crespo y otro aquí en la UCA, donde doy clases. La Impro es muy necesaria en la formación actoral. Muchas veces encontraba sumo placer en relevar a otras personas, incluso animales, seres vivos, plantas. En la infancia y en la adolescencia, cuando tenía penas hacía de cuenta que no era yo, me ponía en otro personaje. Esas penas que hoy serían algo menor, pero que en su momento pesaban, o tragedias como la pérdida de un ser querido, que eran penas hondas, pude sobrellevarlas mejor. Y el teatro me ayudaba a vincularme, me ayudó en la enseñanza formal y en la vida, notablemente, a sentirme bien. Entendía que sintiéndome bien, hacía sentir bien a un conjunto de personas. 

    El servicio militar 

    Rubén Clavenzani cumplió con el servicio militar en la Armada, navegando en alta mar entre 1978 y 1979. “Navegué más de 23.000 millas por las Malvinas, por el Drake, por el canal de Beagle. Hacíamos operativos Unitas en Río de Janeiro. Fue una gran experiencia, era radio operador en inglés y portugués. Era una época difícil. El hombre es un animal de costumbre, así que me adapté y fue fascinante porque hice cursos de radiotelefonía, etcétera. La instrucción fue brava y fueron dos meses recluidos en un campo, veíamos las gaviotas y no podíamos ver el mar hasta el primer franco, que salimos y fue algo fascinante”.

    clavenzani dialogó con Bien! en el Museo Histórico Martiniano Leguizamón.

    De esa experiencia que piensa volcar en un libro, mencionó la compañía de la radio. “La radio siempre fue mi pasión. Soy de la generación de la transición de la radio a la televisión. Nos formamos con la radio, con la música. Había una Radio Nacional en Santa Fe, que emitía música clásica, que era maravillosa. Eran 12 horas de música clásica y otros espacios musicales de jerarquías. La radio por entonces era aprender a hablar, era un lenguaje determinado, eran inflexiones, pausas y radioteatro. Y después era impactante ver a las personas del radioteatro, con imaginación y luego en televisión, cuando con mucho esfuerzo se podía comprar un aparato de esos que demoraban en encender las lámparas.

    –¿Qué pasó al concluir el servicio militar?

    –Quería estudiar teatro y continué en la escuela Normal, donde me recibí en Santa Fe. Allí estaba el Instituto del Profesorado y terminé la enseñanza básica. Después hice un intento en Derecho, pero empecé a estudiar teatro, fundamentalmente en la Coordinadora de Teatro Santafesino, que era un grupo de maestros con Jorge Rizzi, Jorge Conte, Roberto Lee, actrices de la talla de Camiletti, del Bueno, estaba en Antonio Germano, el viejo Neira y de todo ese movimiento que ya había empezado cuando estaba en cuarto año. De ahí salió Dady Brieva, Mauricio Dayub, y una cantidad de actrices y actores, nombres de los que más se conocen, que trascendieron por el circuito virreinal de Buenos Aires por capacidad y talento. Era una formación muy fuerte, porque además de la lectura, después la escuela no formal de Julio Beltzer, a la que pertenecí durante cinco años, requería estudio y era Stanislavski, Grotowski, y eran tres o cuatro horas de actividad intensa, pero que disfrutábamos. En 1980 estrenamos la obra en Alta mar es lo mismo, donde iba la Liga de Moralidad a controlar lo que se decía. Era una obra contestataria, muy interesante que pedía el voto, pero como no había palabras soeces, se permitía. Nos formábamos con distintos cursos y después, en el Galpón del Sur, con Lito Cruz. 

    Teatro y educación

    Rubén Clavenzani supo vincular el teatro y la educación y esto lo aprendió de sus maestros. “Estudié en Santa Fe e hice escapadas a 

    a Buenos Aires que tenían que ver con la formación con los maestros. Roberto Vega fue el primer contacto, el vínculo del teatro en la educación, y lo que me permitió luego trabajar como su asistente un periodo, poder ingresar a dar clases de Teatro en la Educación en las escuelas. En principio era como una figura no formal, después trabajé en escuelas primarias, secundarias y accedí a la universidad por las materias pedagógicas que tenía aprobadas, los antecedentes. Todo eso me llevó a orientar mi vida en el teatro, en la docencia, lo que me dio un amplio espectro. 

    –¿Cuándo llegaste a Paraná? 

    –Llegué en 1984 después de casarme con Graciela, mi compañera. Yo seguía trabajando en Santa Fe, teníamos una escuela de teatro taller, trabajaba en el área de expresión teatral infantil, en Calle Catamarca y Urquiza, el director era Julio Beltzer. Además daba clase en una escuela y trabajaba en la administración pública, en el Ministerio de Salud. Me iba a las siete de la mañana y volvía a las diez, once de la noche. Cuando ya nacieron los chicos, por el vínculo que tenía en Buenos Aires con Roberto Vega, que venía a dar talleres a la Dirección de Adultos, me nombraron discípulo en Entre Ríos. Así fue que comencé a trabajar en el Consejo General de Educación, en el área de comunicación y teatro en la educación.

    –Has recorrido la provincia formando grupos de teatro…

    –Comencé a dar talleres en todos los departamentos, en pequeñas comunidades, en centros educativos, en unidades educativas, en talleres no formales de educación en escuelas nocturnas. Enseñar es el mayor aprendizaje, cuando vas a enseñar, recibís el doble. Y ahí empecé a dejar gradualmente Santa Fe y concentré mi actividad acá. Empezamos a realizar cantidad de propuestas, de vínculos con artistas de la región. Comencé a trabajar en Maciá, en Nogoyá. Ahí fueron mis primeros dos centros de experimentación, que era del teatro de la creación colectiva, que era un poco resistida. Trabajábamos autores, pero escribíamos las historias nuestras. Y ahí surge en Macía una obra que se llamaba El último tren, o A mal tiempo buena cara, que se trató de los levantamientos de los ramales ferroviarios, escrita con mi coordinación pero grupal. Ahí comprendí el dolor de lo que significaba para los pueblos ferroviarios que ya no tenían tren. La obra cobró forma, la hicimos en Maciá y fue brutal, de 5.000 habitantes, la vieron casi 2.000 personas solo del pueblo.

    La creación de grupos teatrales le da fortaleza e identidad a las pequeñas comunidades. La propuesta era que cada pequeña comunidad tenga un grupo de teatro, que la identidad la daba eso alimentaba a las comparsas. El teatro vincula todas las artes y la educación y está disponible para todos los seres humanos.

    Las fiestas populares

    La experiencia de organizar fiestas nacionales en Santa Fe, Clavenzani la volcó en la provincia. “Yo venía de organizar, de coorganizar, de ser como el obrero de las fiestas nacionales que se hacían a pulmón en la ciudad de Santa Fe y alrededores, con grupos de distintos lugares del país y del exterior. Toda esa experiencia la fui volcando para hacer encuentros, a través de redes que eran vía carta y algún llamado”.

    De esta forma llegó a Nogoyá en 1988. “Hicimos la obra La historia de Revolución Popular, lo que significaba en julio la Virgen del Carmen, que era increíble con esa torta gigante, el vínculo del tapado de piel con la persona que iba de alpargatas modestas, era el verdadero carnaval, donde las clases sociales se mixturan”; comentó.

    Luego continuó: “Estrenamos A mal tiempo, buena cara de Maciá y Deshojando días en Nogoyá. Después la obra de Maciá se proyectó más, vinimos a una fiesta provincial y salió seleccionada, fuimos al Teatro Cervantes y tuvimos críticas muy elogiosas”. Con entusiasmo, Clavenzani expresó: “Eso nos envalentonó, seguimos trabajando, empezamos a hacer giras y a participar en fiestas en Córdoba, en Buenos Aires, en Santa Fe. Con mucho esfuerzo había un apoyo municipal, pero siempre era insuficiente. Por entonces no estaba el Instituto del Teatro, eran pequeños aportes. Nosotros lo hacíamos a pulmón, con ventas de entradas, con pequeñas actuaciones en lugares estratégicos y así fuimos a fiestas nacionales e internacionales de teatro. Y nos invitaron a presentarlo en Italia. 

    –Y llegaron a Italia…

    –Y bueno, gracias a Dios seguimos trabajando, fuimos a una fiesta en Córdoba, empezamos a trabajar con las colectividades, y de pronto se da un hermanamiento en una ciudad que se llama Leonforte. Habíamos escrito de Sicilia a la Argentina, entre historias y leyendas, y logramos hacer el viaje, éramos 33 personas entre actores, bailarines y músicos. Si bien nos costeamos nosotros los pasajes, pudimos realizar el primer teatro callejero en Leonforte, que fue un éxito. Nos pedían presentaciones extras de los cuadros, como el de Guglielmo Marconi llevarlo al liceo científico, a las universidades, a las escuelas.

    EN DIAMANTE

    Paralelamente, Clavenzani trabajaba por ese entonces, en Diamante. “Tuvo mucho que ver ese sacar a la fiesta provincial del Teatro de las grandes ciudades, y se salvó la Sala Marconi. Un teatro hermoso y se creó el Grupo de Apoyo al Teatro y se siguió haciendo durante años hasta el día de la fecha”, indicó.

    TALLER JUANELE

    En tu trayectoria como director teatral se destaca el grupo “Juanele” de la capital provincial, de donde surgieron actores reconocidos, que están a cargo de grupos y de salas de teatro. 

    “Tuve la dicha de participar en talleres en distintos lugares del país y aquí en la zona, principalmente en Paraná, del grupo teatral “Juanele”. Hicimos obras como Abran cancha, que aquí viene el Quijote de la Mancha, Romeo y Julieta, un amor con piruetas, que fueron obras con más de 80, 100 representaciones en distintos festivales, en distintos lugares del país y temporadas aquí en la ciudad. Este fue el primer grupo de actrices y actores, que en su mayoría decidieron vivir del teatro, para el teatro y por el teatro. Muchos de ellos hoy tienen salas y conducen grupos, tienen equipamientos que hacen a la nación teatral en distintos acontecimientos. Fue una generación de chicos que estudiaban distintas carreras y se volcaron a estudiar teatro de lunes a lunes”, comentó Clavenzani.

    EL TEATRO Y EL MUSEO

    Desde octubre de 2018, Rubén Clavenzani se desempeña como director del Museo Histórico Martiniano Leguizamón, ubicado en la esquina de Laprida y Buenos Aires de la capital provincial. Allí el teatro, las artes y la historia tienen una estrecha relación. “Muchas de las visitas que se hacen se realizan con los personajes, aparecen Urquiza, López Jordán, La Delfina, hombres y mujeres que hicieron la historia, sobre todo mujeres que hicieron la historia. Y en la sala de música ofrecemos el monólogo de lo esencial que fue la música, cómo a través de la misma se puede vincular con la geografía, la biología, la sociología, los distintos tiempos históricos. Donde se da esa transferencia de conocimiento, ese intercambio de saberes para que se produzca realmente el conocimiento.

    De su designación, el director expresó: “Había colaborado en Mácia con un grupo de gente enorme que está en el vestuario teatral Caranday, uno de los más grandes del país, con más de 18 000 piezas. Y fue impresionante volver a hacer que el museo tuviese público provincial. Si venía un grupo de Feliciano, un grupo de Alcaraz, pasasen por el museo, Y así se empezó a poblar.

    UNIPERSONALES

    “Tengo que poner un acento especial en mi obra de teatro Aquel tiempo de hoy, al cumplirse diez años del estreno”, dijo el actor.

    –Te hemos visto desplegando todo…

    –Con Aquel tiempo de hoy me saqué el gusto, es un antojo que cualquier actor a mi edad quiere darse. Fue un homenaje a todas las actrices y actores con los que trabajé, a los maestros y a toda la gente a la que le debo tanto, y lo pude hacer en lugares como el Círculo Médico, gracias a un grupo de amigos, con una respuesta de público enorme y en otras salas de la ciudad, siempre con mucho público. Y después pude llevarla en festivales a España, Ecuador, Chile, Uruguay y a distintas provincias. La llevé al Teatro Chacarerean, la sala de Mauricio Dayub, al Tortoni, ese mítico lugar de Buenos Aires, que también estuve rodeado de gente amiga y gente curiosa. Hace poco las repuse en Posadas, Mercedes, en un esfuerzo de un grupo de gente de teatro que mantiene viva esta llama.

    TIEMPOS PASADOS

    “Admiro muchísimos aspectos y logros de la juventud de hoy. No me quedo con eso de que todo tiempo pasado fue mejor. Hoy hay un sinceramiento que antes no había, se ocultaba y explotaba mal”, reconoció Clavenzani.

    En cuanto al teatro en sí, valoró: “Antes uno tenía que estudiar otra cosa y como actividad secundaria, teatro. Y en algunos planos te decían mejor no digas que estudiás teatro, un problema. La mentalidad nuestra de padres también cambió. Un chico que tenía promedio nueve y pico en mi generación podía estudiar música, teatro, pero tenía que estudiar otra cosa. Era muy difícil con el dichoso ‘de qué vas a vivir’. Bueno, hay que hacerse. Hoy el apoyo de la madre, el padre hacia una chica, un chico que quiere estudiar artes, diría que es casi total. Hay que vivir de la manera que se elige, con gozo y disfrute. 

    “Meneo el 10 y otros cuentos”

    Rubén Clavenzani presentó el pasado 8 de diciembre el libro “Meneo el 10 y otros cuentos”, de la editorial Fútbol contado ediciones.

    “El libro fue como un antojo también. Tenía cuentos hechos hace muchos años, que aparecieron en libritos, en cuadernitos de los chicos cuando iban a la escuela primaria. Los escribía en los viajes que hacía en colectivo, en avión o en tren, y aparecieron en viejas PC. Uno de mis hijos, Francisco, tiene una editorial, Fútbol contado, y como hay dos cuentos de fútbol, me propuso hacer una excepción. Hicimos la presentación y tuve un acompañamiento de público bellísimo, por eso soy tan agradecido”, remarcó.

    Datos

    Rubén Clavenzani

    Nació el 2 de mayo de 1959 en Santa Fe. Es hijo único de Ubalda Gimeno y Américo Rubén Clavenzani. Está casado con Graciela y tienen dos hijos, Agustín y Francisco; dos hijas políticas, Julieta y Rocío. Tiene tres nietos: Fausto, Nina y Bruma.

    Egresó de la Escuela Normal de Santa Fe y del Instituto del Profesorado de enseñanza básica. Estudió teatro con maestros como Lito Cruz, Roberto Vega, Julio Beltzer, entre otros. Se ha desempeñado como funcionario municipal y provincial, destacándose en la dirección del Teatro Municipal 3 de Febrero.

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