Olga “Teté” Ordieres de Dibur tiene 92 años. En 1983 sufrió la muerte de un hijo, que le inculcó el amor por el deporte al aire libre, y comenzó a correr. Se refugió en la actividad física y participó de innumerables maratones. A los 88 años, luego de una descompensación, abandonó las carreras. Pero “Teté” no se detuvo, se volcó a las caminatas y a la bicicleta. Un ejemplo de superación, un espíritu inquieto que contagia energía e invita a mantenernos en movimiento para lograr una mejor calidad de vida.
Gabriela Gómez del Río / [email protected]
Olga “Teté” Ordieres vive hace 65 años en Paraná, ciudad a la que arribó después de casarse con Oscar Alejandro Dibur, un militar que había sido trasladado a Buenos Aires, donde se cruzaron y se enamoraron. Es oriunda de Balnearia, una localidad cordobesa, cercana a la laguna de Mar Chiquita, desde donde partió a los 10 años junto a su madre, tras la muerte de su papá.
Ama de casa, madre de tres hijos, Olga descubrió el amor por la práctica deportiva a los 52 años, después de atravesar uno de los dolores más grandes de la vida. Omar, el hijo del medio, deportista y amante de la naturaleza, murió a los 22 años por una penosa enfermedad. Desde su cama, el joven que añoraba jugar al rugby y estar en contacto con la naturaleza, le inculcó a su madre el disfrute por la actividad física y la vida al aire libre. Olga comenzó a correr y a sobrellevar el duelo, a sanar pasito a pasito y a sumar metros a sus trotes.
La actividad física fue su refugio y participó de innumerables maratones. Correr la fortaleció, la actividad física animó su vida. Hace cuatro años, a los 88, sufrió una descompensación al cabo de un entrenamiento, y tomó la decisión que venía postergando y abandonó las carreras. Pero la inquieta Teté no paró. Ella sigue activa, disfruta de largas caminatas y de pedalear en la bicicleta fija en la placita del barrio. Durante el diálogo con MUY, Olga aseguró: “No hay que quedarse quieto, a esta edad si te quedás quieto, no caminás más”.
-¿Cómo fueron tus inicios con la actividad física?
-Comencé a correr cuando falleció mi hijo, cuando él estaba bien le decían “el judío errante” porque vivía en la calle. Un día iba para el Estudiantes, y vi que eran tres o cuatro los que estaban por correr con Inés Frasconá, -quien inició la Escuela de Aerobismo en la capital provincial. Me anoté, yo iba de pollera, no sabía ni de qué se trataba. Entonces, me dice la Frasconá: “Venite de pantalón porque te vas a tirar al piso”. Bueno, así empecé.
La primera carrera fue en la costanera, habremos hecho un kilómetro con otra compañera. Pero para ser la primera, bien. Nos regalaron de Oreven –una zapatería que estuvo en Peatonal San Martín, que ya no existe-, un par de zapatillas a cada una. Al principio, éramos tres o cuatro no más los que corríamos, después se empezó a sumar gente. Había dos turnos, a las 2 y a las 7 de la tarde, yo iba a los dos para ayudarla a Inés. Así empecé en la Escuela de Aerobismo, que fue famosa. Empecé a correr, después de que falleció mi hijo.
Olga es un ser resiliente. Las palabras de su hijo causaron efecto en esta mujer, que a los 52 años descubrió los beneficios y el placer que provoca realizar actividad física.
“Él siempre me decía: ‘Mamá, no sabés lo que es tirarse en la arena y mirar el cielo, o mirar los árboles’. Creo que a los dos meses que había fallecido, empecé a salir. Tenía la bicicleta de mi hija, que era un rodado chiquito y andaba en bicicleta por todos lados”.
Teté recordó para MUY sus salidas en bicicleta, los recorridos por la ciudad y las afueras.
Así empecé en el deporte, tenía 52 años. No fue por cuestiones de salud.
Después me atacó la osteoporosis. Me atendía en Libertador San Martín, tenía un dolor espantoso. Me atendió un urólogo porque era el único especialista con turno. Me miraba a mí, miraba la radiografía, lo miraba a mi hijo, y dice: “Su mamá no tiene hueso”. Los huesos eran como las esponjas, todos agujereados. Nunca había tomado calcio. Ahí empecé a ir todas las semanas, a hacerme análisis y, gracias a Dios, hasta ahora ando bien.
-¿Cuándo y por qué dejó de correr?
-Me estaba entrenando para una maratón, a los 88, hace cuatro años. Iba subiendo la cuesta de Güemes, me da por elongar, me agacho y cuando me voy a levantar, comienzo a caminar para atrás hasta que perdí el equilibrio y me caí. Me quedé recostada ahí, hasta que me ayudó un muchacho. Fue un golpe tremendo. Después de eso, dejé. Mis compañeros me animaban, pero ya no corrí mas, pensando en ellos también porque si me pasaba algo ellos se iban a retrasar y a preocupar.
Caminatas y bicicleta fija
Olga ya no corre, cambió el trote por las caminatas; y por indicación de un nieto, también cambió de bicicleta. Ya no usa aquélla con la que recorría la ciudad, ahora va a la placita del barrio, la Belgrano, y disfruta de pedalear en una fija.
“Ahora camino, me voy hasta el club –desde su casa en Cinco Esquinas. Allá camino alrededor de la cancha, voy al sauna, a la pileta de acquaerobic. Después del golpe, le tengo miedo al agua, yo que hacía 50 piletas en la grande, -lamentó Olga. No sé por qué pero a esta edad –ríe- no voy a empezar a nadar. Me mantengo así, con caminatas y bicicleta”, afirmó.
Agregó que, “en el verano, me voy caminando hasta El Plumazo. Me llevo algo para comer y me quedo hasta la tarde en las piletas, y después pego la vuelta”.
En movimiento
-¿Ha consultado al médico, qué le dice?
-El médico me dijo que no me quede quieta, que cuando me quede quieta, no camino más. Me pidió una foto mía y la tiene en su consultorio y se la muestra a sus pacientes, -comentó entre risas.
El tiempo pasa y me tengo que mantener activa. Unas amigas vinieron esta mañana y me preguntaban: ‘hasta qué edad pensás vivir vos’. Hasta los 110 no paro, les dije, -afirmó entre risas.
-¿Qué beneficios le ha dado la actividad física?
-La actividad física me dio más calidad de vida. Me he sentido más enérgica, más sana, le ha puesto más acción a la vida. Tuve bastantes desgracias y esto me ayudó mucho. Por eso, me dediqué a las maratones, las cosas que se dan sin que las busqués.
Todos nos vamos a morir, entonces por qué se nos van a venir los años encima quedándonos aplastados. Hay que darle actividad al cuerpo, porque si no te vas deteriorando cada vez más. Como me dice mi médico: “No se quede sentada porque no camina mas”, y si no caminás mas, ¿qué?
-¿Qué cambios notó en el cuerpo cuando empezó a correr?
-Lo primero, lo más importante, fue en la mente. Me ayudó a pasar muchos dolores, pérdidas de seres queridos.
-¿Por qué recomendaría la actividad física?
-La actividad física te mantiene activa, y el asunto es mantenerse bien, poder caminar, andar. Cuando hacía las maratones, la importancia era llegar, no me importaba ganar, siempre me esperaban porque era la última, -remarca entre risas. Pero lo que yo quería era realizarla, no era para ganar. El médico me trabajaba la cabeza para poder mantenerme bien.
Un día de Teté
“Ahora arranco un poco más tarde. Antes ponía el despertador a las 7 de la mañana. Me quedo hasta las 8 en la cama, con mucho sacrificio. Pero ando todo el día. Los martes, jueves y sábados voy a andar en bicicleta a la placita; y lunes, miércoles y viernes me voy al club. Sigo haciendo actividad física. A la noche me puedo quedar a mirar una película, si me gusta, hasta las 10.
Anécdotas
Olga durante charla con MUY recordó anécdotas y amigos que ha cosechado en su vida deportiva.
“Un día habían organizado una bicicleteada hasta Villa Urquiza. Cuando llego a la Catedral, me dice María Mathieu: ‘¿Con esa bicicleta piensa ir?’, le dije que yo iba pero que no sabía cuándo llegaba. Tenía una bicicleta de esas que se usaban para repartos, y en las cuestas, me agarraban del asiento y me daban un empujón para que pudiera subir. Llegamos a Villa Urquiza y después nos trajeron en camión. Para volver ya no me daba”.
Inmediatamente, trae a la memoria otro paseo ciclístico. “La primera pedaleada la hizo Nacho Acebal. Yo iba con mi bicicletita con un canastito atrás y él andaba con un megáfono: ‘Salgan a andar en bicicleta’, así iba juntando gente, -comentó entre risas.
La participación de Olga en los maratones no pasaba inadvertida.
“En todas las maratones ponían un inspector, un zorro para que me acompañe. Me acuerdo que en una carrera me decía: ‘Venga, súbase a la moto, venga por acá vamos a cortar camino´, pero no, a quién embromaba así, sólo a mí me hacía trampa. Y no entregaban premios hasta que no llegaba yo”.
Datos
Olga Ordieres nació en Balnearia, provincia de Córdoba, el 6 de diciembre de 1930. A los 10 años, murió su papá y con su mamá se trasladaron a Buenos Aires, donde vivían sus tíos.
A los 25 años, se casó con el paranaense Oscar Enrique Dibur, militar que estaba trasladado en Buenos Aires. En 1957 se radicaron definitivamente en Paraná, enviudó en 1988.
Tres hijos: Oscar Alejandro, Omar Eduardo (fallecido en 1983) y Claudia Paula Noemí. Es abuela de: Julieta, Lucía, Iara, Nahir y Emir Julio.