miércoles , 11 diciembre 2024
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Salud: una literatura desafía las verdades universales

Que el profesional atienda al factor humano es central: todos somos pacientes en alguna circunstancia. Fotos: Sergio Ruiz.

Tres libros de literatura se enfocan en el vínculo entre médicos y pacientes, entre instituciones que ejercen un poder intimidante y seres dolientes ante el misterio imperturbable de la enfermedad y la muerte. Esa desigualdad entre el poder del conocimiento y la incertidumbre se resuelve muchas veces de manera inhumana.

Leila Torres

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Frente a los relatos que instalan a la medicina como disciplina incuestionable o infalible, tres novelas publicadas recientemente por editoriales independientes cuestionan la legitimidad del discurso médico a través de la ficción. Se trata de Ciencias de la vida, de la escritora francesa Joy Sorman, Historia de la enfermedad actual, de la autora estadounidense Anna DeForest y Sobre lo natural, de la argentina Mónica Muller.

La opinión de una de ellas parece identificar al resto. En todos los casos, se trata de que el arte “ponga en crisis verdades establecidas, discursos seguros de sí mismos y palabras autoritarias, como las que a veces se utilizan en medicina”.

Es cierto, especialmente la literatura resulta en ocasiones la arena donde aquello que parecía inalterable se trastoca y habilita un espacio para la reflexión. Así irrumpe Historia de la enfermedad actual, publicado por la editorial Fiordo, donde la escritora y neuróloga estadounidense Anna DeForest pone bajo la lupa al discurso médico para explorar sus omisiones. ¿Por qué a algunos médicos y médicas les cuesta hablar con sensibilidad? ¿A qué se debe la dificultad al nombrar la pérdida?

“Los médicos odian que les digan cómo decir las cosas”, asegura la narradora en la novela, donde relata sus años como médica residente en un hospital de Nueva York. Aunque podría parecer autobiográfica, la autora no se mantiene fiel a los hechos y abre el juego a la ficción.

En cada guardia, consulta, estudio y salas de cuidados paliativos que DeForest frecuentó se encontró con algunas encrucijadas que se corrían de lo estrictamente medicinal, como el problema de ponerle nombre a la pérdida, de narrar el trauma, tanto el propio como el de los demás. Y también notó cómo los profesionales se vuelven cada vez más desapegados, fríos y rozan la indiferencia conforme avanzan en la profesión.

¿De dónde surge la necesidad de escribir este libro? “La mayoría de los estudiantes de medicina que han tenido que interactuar con el sistema médico, al menos en Estados Unidos, pueden sentir de inmediato que algo realmente anda mal allí. Por parte del paciente, se parece mucho a la deshumanización, y dado que ese sentimiento es tan concreto y ampliamente difundido, parece que hemos identificado el problema, y un problema, una vez identificado, debería tener solución. Pero realmente no ha sido así”, sostuvo la autora en una entrevista reciente.

La pregunta por la deshumanización parece haber quedado sin respuesta, pero el libro colabora a desandar esta problemática compleja del sistema médico.

Cambios

En Sobre lo natural, texto de la escritora y médica Mónica Müller publicado por la editorial Vinilo, se cuestionan otros rasgos del campo de la medicina. Ella cuenta cómo su madre cambió radicalmente la alimentación de la familia a un régimen naturista. De un momento a otro, los flanes ya no eran de dulce de leche sino “bolas lívidas de tapioca flotando en agua ambarina” y lo mismo con los tomates rellenos: dejaron de estar cargados de mayonesa y atún para estar rellenos con arroz integral y un copete de crema de zanahorias.

En el libro, híbrido entre una memoria y un ensayo, Müller retoma esta vivencia biográfica y la amplía a lo social para cuestionar la tendencia actual de lo que se toma como natural y también la conducta hacia lo natural como imposición del cuerpo y la salud. Hoy en día circulan numerosos discursos que postulan qué es saludable y qué no, qué puede ser cancerígeno y que no, lo que genera -para la autora- un “régimen de sospecha universal en que todo puede ser dañino”.

¿Cómo construyó el discurso médico su legitimidad? ¿Cómo logró volverse tan indiscutido y creíble? “Supongo que no es necesario investigar en profundidad para afirmar que el discurso médico debe su permanencia y su poder al hecho de que opera nada menos que sobre el temor a la muerte”, considera Müller.

“En ese sentido, médicos y sacerdotes seguramente comparten la fuente de su legitimidad desde los inicios de la historia humana sobre la Tierra. Los médicos trabajando para evitar la muerte y los sacerdotes para gestionar el pasaje al misterio del más allá”, elabora la escritora.

La muerte

¿Siempre resultaron hegemónicas las narrativas médicas? “En el antiguo Egipto, a pesar de los avanzadísimos recursos de su ciencia médica, se veneraba más a los arquitectos y a los ingenieros que a los encargados de curar. Esto es lógico en una cultura que consideraba a la muerte un mero tránsito a otra vida, tan completa y tan importante como la terrenal”, analiza la médica.

Sin embargo, en culturas como la nuestra, la perspectiva cambia. “La enfermedad y la muerte son la eventualidad más temida, quien tiene en sus manos la capacidad de evitarlas o retrasarlas ha sido siempre el depositario de la confianza y el respeto de sus semejantes”, señala la autora.

Con la aparición de internet, cambiaron las maneras de circular el conocimiento. Así lo observa la escritora. “Hoy el conocimiento médico circula en diversas formas, desde la más silvestre hasta la más sofisticada y está al alcance de todos. El hábito ya naturalizado de consultar cualquier síntoma al doctor Google ha sido superado en forma dramática por la inteligencia artificial”.

En este contexto, para ella “no es infrecuente que los pacientes lleguen al consultorio con su diagnóstico presuntivo y propuestas de tratamiento con sus pros y sus contras bajados la noche anterior en su celular. Todo esto hace que no se pueda hablar ya de un discurso médico surgido del conocimiento y la experiencia”.

En relación con este proceso, “la influencia poderosa de los laboratorios, la ciencia farmacéutica y la biotecnología han hecho desaparecer el arte médico”, según relata la autora. Este tipo de medicina, explica Müller, consistía en “el buen manejo de la semiología, en el saber farmacológico y hasta en el legendario ojo clínico, del que no se habla ni se sabe nada desde hace varias décadas”.

Desde la consolidación de la llamada medicina basada en la evidencia, “los médicos no indican un tratamiento según su saber y su experiencia, sino según las estadísticas que el laboratorio ha querido hacerle conocer”, observa Müller. El hecho de que exista una pastilla como solución a cualquier dolencia está estrechamente ligado a la prensa y a la publicidad. “La industria de la enfermedad ha instalado un nuevo producto y sus clientes están ansiosos por consumirlo”, dice la escritora.

Pese a que se dedica a la medicina alternativa, la escritora no niega los avances en la medicina que posibilitaron, por ejemplo, que las mujeres no mueran después del parto por fiebre puerperal a partir del simple consejo de lavarse las manos o también la posibilidad de no morir a causa de una neumonía. Por eso, recuerda: “Perón diría que la naturaleza es buena, pero si se la vigila es mejor”.

Confianza

En Ciencias de la vida, publicada por Sigilo, de la escritora francesa Joy Sorman el discurso médico también aparece problematizado desde la ficción. ¿Por qué confiamos ciegamente en la medicina? o ¿Por qué acudimos a las instituciones médicas para que nos den todas las respuestas?, son algunas de las preguntas que atraviesan la novela. Sorman (1973) además de dedicarse a la escritura de libros y a la televisión, es presentadora de radio. Aunque tiene una docena de libros publicados, Ciencias de la vida es el primero traducido al español.

La protagonista de esta historia, Ninon Moise, es una joven parisina de 17 años que tiene una maldición; al igual que su madre Esther y que todas las primogénitas de su familia desde la Edad Media. Sus historias familiares arrastran todo tipo de enfermedades y dolencias: desde la peste danzante de Estrasburgo en el siglo XVI hasta ardores insoportables en la piel.

En la historia, “la familia puede verse como una enfermedad, en la medida en que sus léxicos son similares y se entrecruzan: transmisión, contaminación, gen, herencia”, dice la autora. Pero también hay una perspectiva feminista. “El libro ahonda también en la cuestión de lo femenino como maldición, y en la opresión de la mujer que ha atravesado los siglos”, señala la autora.

Entre las concepciones sobre una maldición que se mantiene a lo largo de muchas generaciones y la explicación científica sobre la herencia de enfermedades, hay un abismo. O una tensión, entre los mitos populares y los discursos médicos. Se trata, para la autora, “de dos narrativas que chocan con sus respectivas verdades, intuitivas o científicas, individuales o colectivas, inmemoriales o actuales”.

Mientras que Müller, en Sobre lo natural, resalta la necesidad de búsqueda de todo tipo de información que nos mantenga alertas sobre nuestra salud alimentaria, Sorman deja entrever en su novela cómo, en un punto, la medicina opera como controladora de nuestros propios cuerpos. “La novela plantea preguntas sobre el poder de la medicina, su saber como poder, el poder sobre pacientes indefensos, ignorantes, abandonados a su suerte, y también sobre su dificultad para lidiar con incertidumbres y dudas ante pacientes preocupados, vulnerables y necesitados de respuestas, que quieren ser tranquilizados cuando la medicina no siempre está en condiciones de hacerlo”, considera la autora.

“La literatura es un lugar de duda, ambivalencia, vacilación y ensayo y error. Permite cuestionar y poner en crisis verdades establecidas, discursos seguros de sí mismos y palabras autoritarias -como las que a veces se utilizan en medicina-, y por eso es tan saludable y tan valiosa”, dice sobre la literatura como una herramienta para problematizar aquellos discursos que las personas aceptamos sin cuestionar.

Genera incertidumbre cuando en las consultas los médicos despliegan gestos vacíos de humanidad.

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