martes , 30 abril 2024
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Un mundo feliz, una crítica disfrazada de utopía

Pese a haber sido escrita hace décadas, la obra de Huxley luce sumamente vigente.

Nacido el 26 de julio de 1894, Aldous Huxley fue un escritor e intelectual británico que imaginó un futuro alternativo parecido a nuestro presente. Su novela distópica, publicada en 1932, presenta una sátira que se exhibe desde el título de manera provocadora, a la vez que se adelanta a la sociedad de consumo.

Alejo Román Paris

Especial para EL DIARIO

El derrotero de novelas distópicas que la ciencia ficción le ha brindado a la literatura contempla, en general, una curiosa coincidencia: los temas de estas obras, que fueron concebidas bajo el ejercicio a través de cual un escritor imagina un futuro alternativo, han logrado proyectarse de la ficción para corporizarse en el horizonte de la historia real. Dicho de otra manera, causal o casualmente, las civilizaciones han caminado hacia ese futuro imaginado como alternativo en una época determinada.

Sin dudas, Aldous Huxley (1894-1963) nos ha regalado una pieza literaria de estas características: Un mundo feliz (1932). Control de natalidad y métodos de inseminación artificial; mecanismos de adoctrinamiento intelectual; división social por castas que, como desconocen la existencia de una superior que la propia, no cuentan con elementos para ponderar lo que tienen y lo que les falta; y hasta una píldora para evadir la realidad angustiante, como la que imaginaron las hermanas Wachowski para la saga cinematográfica Matrix.

En efecto, aunque fue originalmente publicada en 1932, la trama de la novela expone temas y problemáticas que se han proyectado en nuestro presente. La sociedad de Un mundo feliz expone la ignorancia y la inconciencia como llave de la felicidad, y la felicidad como un estado inmejorable para el control de una civilización gobernada por un régimen dictatorial.

Los ciudadanos no advierten que lo que perciben como felicidad es el resultado de un mecanismo que los adoctrina para ser víctimas fáciles del régimen que los gobierna. Si la novela de George Orwell, 1984, nos revela un régimen que se impone por intermedio del sometimiento, Un mundo feliz nos ofrece un régimen que logra imponerse a través del placer.

Desde una proyección crítica y satírica, Huxley se anticipa a la sociedad de consumo. Presentando a personajes con nombre y apellidos que son guiños a personajes históricos reales, el autor teje una trama donde el calendario mundial se rige de una manera particular: en Un mundo feliz, el tiempo empieza a contar desde 1908, el año en que se fabricó el primer automóvil Ford modelo T. Entonces, el a.C. y d.C. (antes de Cristo y después de Cristo) del calendario gregoriano son reemplazados por a.F y d.F. (antes de Ford y después de Ford). De manera tal que se presenta a Henry Ford como una suerte de deidad.

“Desde una proyección crítica y satírica, en Un mundo feliz, Huxley se anticipa a la sociedad de consumo”.

La novela presenta a un Estado mundial como emergente de la crisis económica que desencadenó una guerra química en todo el mundo. De esta manera, al igual que en otras distopías, el Estado mundial decidió eliminar la literatura y otras disciplinas que resultarían inconvenientes para el orden que se quería establecer. Huxley (al igual que Orwell, Phillips Dick o Ray Bradbury) expone que la literatura es la llave y el último bastión para una resistencia. Eliminada esta, la resistencia cae ante el régimen.

En Un mundo feliz se presentan neologismos que resultan interesantes analizar en perspectiva: El método de Bokanovsky, un programa por el cual se consigue un gran número de individuos iguales a partir de un mismo óvulo, y a través del cual incluso se puede dotar al embrión de las características que se desee; la hipnopedia, un proceso de aprendizaje mediante el sueño a través del cual niños y niñas son adoctrinados; y el soma, una droga que los habitantes de Un mundo feliz consumen cada vez que se encuentran deprimidas, con el fin de curar las penas y controlar los sentimientos.

Estos conceptos, a partir de los cuales Huxley construye Un mundo feliz, leídos desde el presente nos sumergen en una atmosfera familiar. Directos o indirectos, los paralelismos son evidentes. Vale la pena recordar el baby boom chino o el control de natalidad implementado por Nicolae Ceausescu, en Rumania, los mecanismos de adoctrinamientos políticos-ideológicos en las diversas esferas de la educación o a través de los medios propagandísticos en diferentes países y a través de diferentes épocas, o la teoría de los lenitivos donde Sigmund Freud desarrolla los diferentes “parches” que permiten sopesar el malestar en la cultura. Además, el soma (al igual que las píldoras que se presentan a lo largo de la saga cinematográfica Matrix) trazan un paralelismo con la filosofía platónica: el mito de la caverna.

Mentor

Aldous Huxley nació el 26 de julio de 1894, en Godalming, Inglaterra. Además de ser escritor, perteneció a una familia de intelectuales. Su abuelo Thomas Henry Huxley fue biólogo evolutivo, conocido como el bulldog de Darwin, por su defensa a la teoría del autor del Origen de las especies. Su padre, Leonard, también fue biólogo, pero además dirigió una revista. Julian, uno de sus hermanos, también siguió la carrera elegida por su padre y su abuelo. Del otro lado del árbol genealógico, su madre, Julia Arnold, fue una de las primeras mujeres en estudiar en la Universidad de Oxford. Sus raíces sí estaban atadas a la literatura, porque fue sobrina de un poeta y hermana de una novelista. Precisamente, esta tía cuidó y crío a Aldous después de que su madre muriera, enferma de cáncer.

Gracias a una buena posición económica familiar, Huxley estudió en una de las escuelas británicas más prestigiosas. Durante su adolescencia una enfermedad de los ojos lo dejó casi completamente ciego. A causa de esto, aprendió a leer en braille. Posteriormente, recuperará la visión. Sin embargo, producto de esta afección desistirá de su idea de estudiar medicina para inclinarse por la carrera de literatura inglesa. Años después del fallecimiento de su madre, su padre contraerá matrimonio de nuevo. Fruto de esta relación, nacerían dos hijos. Uno de ellos fue Andrew Fielding Huxley, quien ganaría el Premio Nobel de Medicina en 1963.

Aficionado a viajar, en 1942 y a través de un amigo, Huxley comienza a introducirse en la literatura mística hindú. Se marcha de su hogar en Los Ángeles para mudarse al desierto de Mojave, también dentro de California. Desde allí, medita y escribe. De ese proceso emerge El tiempo debe detenerse (1944), una novela atravesada por la filosofía oriental. Quizás como parte de este mismo proceso y de sus características intelectuales, Huxley decide experimentar con drogas psicodélicas como el LSD. De esa etapa emerge quizás su otra gran obra, Las puertas de la percepción (1945). Dos años después que un incendio destruyera su casa en Hollywood, el cáncer de lengua haría lo propio con Huxley. Moriría el 22 de noviembre de 1963.

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