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    Para Juan Vilar, el primer triunfo federal fue la batalla del Espinillo

    Este lunes se cumplen 207 años de la batalla del Espinillo, considerado el primer triunfo federal, ocurrido cerca de Paraná, marginado de las efemérides porteñas. La entrevista con el historiador Juan Antonio Vilar procura reconstruir aquellos contextos y proyectar ese legado a los tiempos presentes.

     

    Redacción EL DIARIO[email protected]

    Docente universitario reconocido, Juan Antonio Vilar consolidó en los últimos años una rica, prolífica carrera como investigador. En alianza con la editorial de la UNER, ha comenzado a construir una colección de historia contaba desde los intereses federales, que es un verdadero orgullo porque ayuda a entender las razones por las cuales Argentina se integró al mundo como un país subordinado y la persistente vigencia de ese proyecto.

    Si en el armado de sus inolvidables clases ya cuestionaba lo publicado por la historiografía porteña con nueva documentación o con miradas alternativas en torno a documentos ya existentes, la tarea de convertir esos saberes en libros potenció ese proceso, convirtió a estos materiales en una referencia inevitable y en un recurso de lucidez, toda vez que sin equidistancias reseña y caracteriza a los vencedores y también a los vencidos.

    El diálogo con el profesor Vilar es siempre enriquecedor. En este caso, la excusa que encontró EL DIARIO fue la Batalla del Espinillo.

    –¿Cómo se constituyó el escenario que derivó el 22 de febrero de 1814 en la Batalla que tuvo lugar en los campos del Arroyo Espinillo?

    –La Revolución de Mayo fue “hecha” por la clase alta de Buenos Aires, que organizó una Junta Gubernativa, jurando fidelidad al rey de España Fernando VII. Exigió total acatamiento a su autoridad a todos los funcionarios del Río de la Plata, sin admitir la menor disidencia.

    Eliminados del Gobierno sus dirigentes más revolucionarios, Moreno, Castelli y Belgrano, tomó un rumbo incoherente: mientras hacía la guerra a los realistas, dilataba declarar la independencia, aunque tenía firme el propósito de ser obedecida, que implicaba mantener su privilegio de usufructuar la renta aduanera. Como diría Alberdi, reemplazaba la dictadura española por la dictadura porteña. Lo reconoció abiertamente en 1815 con la misión de Rivarola y Pico, cuando se consideró “heredera del antiguo régimen” colonial.

    No sólo los paraguayos se plantaron contra Buenos Aires. En febrero de 1811 estalló la Revolución oriental encabezada por José Artigas, con su consigna “naide es más que naide”. Tuvo la consecuencia de bregar por un programa revolucionario de independencia, república, federalismo, que se expresó claramente en las Instrucciones dadas a los Diputados Orientales que debían integrar la Asamblea Constituyente de 1813-1815. Éstas eran inadmisibles para los diputados porteños de la Logia Lautaro, que rechazaron la incorporación de aquellos. Es que emisarios porteños buscaron la protección de alguna Potencia europea (misión de Sarratea, Belgrano y Rivadavia) o directamente el sometimiento a Gran Bretaña (misión de Manuel José García enviada por Alvear) o la coronación de un rey europeo (misión de José Valentín Gómez), en contra de los sentimientos de la mayoría de los pueblos.

    ESCENARIOS.

    –¿Cómo era la organización del país por entonces? ¿Qué era la provincia de Entre Ríos?

    –Por entonces, no existía la provincia de Entre Ríos (en realidad no había ninguna en el país); era una dependencia administrativa de Buenos Aires que estaba bajo el mando del Comandante General de Entre Ríos (Hilarión de la Quintana). Pero los entrerrianos ya habían adherido a la causa artiguista.

    Proyectos de organización tan opuestos, no podían sino desembocar en una guerra. La primera batalla se dio cerca del Arroyo Espinillo el 22 de febrero de 1814, a 20 kilómetros de Paraná y terminó con el triunfo de entrerrianos y orientales.

    Como Artigas había abandonado el sitio de Montevideo para no quedar subordinado a Sarratea, el Director Supremo Gervasio A. Posadas envió una expedición militar al mando del prusiano barón de Holmberg para apoderarse de Artigas, deshacer sus fuerzas y fusilarlo lo mismo que a Barreiro, Otorgués y Texo (Instrucciones dadas el 4 y 5 de febrero de 1814); además debía declarar “traidores a la Patria a Artigas y sus cómplices”.

    El Jefe de Milicias de Nogoyá, Eusebio Hereñú enfrentó a Holmberg y lo derrotó; un refuerzo oriental al mando de Andrés de la Torre impuso una capitulación, quedando prisioneros los oficiales del ejército porteño, que después fueron liberados. ¡Qué significativo contraste! ¡Los ‘civilizados’ porteños debían matar, fusilar y saquear, mientras que los ‘bárbaros’ provincianos respetaron la vida de los vencidos!

    –¿Los dilemas que animaron la batalla del Espinillo han mantenido su capacidad de explicar los conflictos y crisis que atravesó el país?

    –El Espinillo simboliza la lucha “por la soberanía particular de los pueblos”, la hermandad de entrerrianos y orientales, de los gauchos criollos negros e indios viviendo en armonía con la naturaleza como lo hicieron los pueblos originarios y el rechazo del colonialismo externo e interno, principios que nunca pierden vigencia.

    El federalismo artiguista se extendió por todo el Litoral, formándose la Liga de los Pueblos Libres con la Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, Córdoba y las Misiones.

    La larga lucha de medio siglo, terminó con el triunfo unitario-liberal-porteño quienes organizaron el Estado Nacional Argentino. A pesar del tiempo transcurrido, se escucha resonar la consigna “Artigas siempre vuelve” significando luchar por una verdadera independencia, una república federal y popular, con distribución de la tierra y protección del medio ambiente.

    Esta gesta es ignorada por la historiografía porteña y no figura en las efemérides ni actos oficiales.

    Juan Vilar destaca el valor para el federalismo de la Batalla del Espinillo. Gentileza: Revista Charco.

    De ayer a hoy

    –¿Cómo se encuentra hoy el lugar de la batalla? ¿Está preservado?

    –Hacen algunos años, la Junta Abya Yala por los Pueblos Libres –y otras organizaciones amigas- decidió mantener viva la gesta y se reúne anualmente en las cercanías del campo de batalla. Se conmemora con palabras, guitarreadas y mateadas, con alguna eventual presencia de autoridades de La Picada.

    Se erigió un monolito que fue trasladado al otro lado de la ruta para dar lugar a la proyectada autopista; vecinos de la zona levantaron un mástil izando la bandera tricolor; se plantaron dos ceibos para que dieran sus simbólicas flores; se han colocado carteles que las autoridades provinciales se encargan prolijamente de quitarlos. En el año 2011, al cumplirse el bicentenario de la gesta de Bartolomé Zapata, se inauguró una placa en un acto que tuvo la presencia de una cabalgata de paisanos de la zona.
    Pese a la pandemia, volveremos este año.

    –¿Qué es la Junta Abya Yala por los Pueblos Libres?

    –La JAPL nació en el 2007 al cumplirse 15 años del fallecimiento de Atahualpa Yupanqui. Es una organización de estudio y pronunciamiento de cuestiones fundamentales del país. Así se ha manifestado en favor del federalismo y en contra del imperialismo, en favor del maíz y del medio ambiente y en contra de los privilegios, del fracking y la minería del cielo abierto.

    Ha instituido reconocimientos simbólicos llamados “Conciencia Abya Yala” otorgados a la organización ‘El Agua Manda’, los canoeros del río Uruguay, a Minga Ayala y los pueblos orilleros del Litoral, al profesor Henry Boisrolin, defensor del pueblo haitiano, a Félix Díaz de la comunidad Qom y a docentes de AGMER Paraná.

    De la Junta Abya Yala participan miembros de Paraná, Gualeguaychú, Concordia, Concepción del Uruguay, Chajarí, Santa Fe, Rosario y de la República Oriental del Uruguay. Su propósito es indagar en la cosmovisión de las culturas antiguas y en los principios de la revolución federal que encabezó José Artigas, que quedó inconclusa. Los interesados pueden profundizar en la perspectiva con la lectura de Fibras del Abya Yala, el libro de Julio Majul, publicado por la JAPL y la Editorial Último Recurso.

     

     

     

     

     

     

     

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